La lucha entre pensamientos y sentimientos, y viceversa

El psicólogo Julio César Álvarez, profesional de Valenda Psicólogos.

Marta Cuervo

Tristeza, felicidad, ira, envidia... Independientemente de la cultura, la familia, o la educación en la que se haya desarrollado una persona, a lo largo de su vida experimentará más de 60.000 pensamientos diarios que provocarán en su conducta, incluso en su salud mental, una reacción que desembocará en diferentes emociones, incontrolables en algunos casos, pero en continuo movimiento. “Las emociones son reacciones adaptativas, no son estables, es decir, no se mantienen eternamente”, explica el psicólogo Julio César Álvarez, profesional de Valenda Psicólogos.

El rechazo de las emociones estimula que se mantengan

El Máster en Psicología Clínica y Psicopatología apunta que lo que ocurre con las emociones es que van variando según diferentes factores, pero las personas tenemos la tendencia a querer modificarlas y, en general, entre menos aceptamos una emoción, más crece. “Cuanto más me resisto a estar triste, más crece mi tristeza.

'Las emociones son como las nubes, y los pensamientos como el viento que las mueve'

Álvarez defiende que las emociones están muy unidas a los pensamientos, que son los encargados de hacerlas crecer en una dirección u otra. “Por ejemplo, si estoy triste y empiezo a pensar que no debería estar así, que no me tendría que afectar, ese rechazo refuerza la emoción. Hay que entenderlo como si fuese una especie de nubes, que siempre acaban por pasar”. Por este motivo, el experto aconseja que las emociones hay que observarlas, tratar de formar pensamientos constructivos. “La clave para entender cómo funcionan las emociones, está en pensar que nada es para siempre. Como decían los griegos: todo llega y todo pasa”.

La felicidad de la Navidad y la tristeza de un duelo, a examen

Pero, ¿por qué en determinados momentos de nuestra vida nos sentimos más o menos felices? ¿Por qué asociamos ciertos acontecimientos con estados de ánimo?

Antes de dar respuesta a la pregunta, señala: “Entiendo que la felicidad es algo muy pasajero, y se suele percibir a posteriori. Es un estado momentáneo que no se mantiene a la larga. No es realista plantearse ser feliz continuamente, aunque sí tener calma y sosiego”.

“Nuestra mente y nuestro cuerpo son muy vulnerables a cualquier cambio externo. Por ejemplo, la luz es un factor muy importante y su ausencia provoca variaciones en el ánimo. También las Navidades, por la circunstancia de tener que salir de los hábitos cotidianos, las rupturas o los conflictos en casa, generan un nuevo clima emocional”, aclara el experto.

Las crisis ayudan a reinventarse

En concreto, la Navidad la asociamos con alegría, con un sentimiento hogareño, porque las emociones creadas en la infancia son las que dejan una huella más profunda. “Para el niño es algo muy agradable, aunque los mayores ya no lo vemos así y, en ocasiones, las reuniones familiares de la Navidad pueden ser fuente de conflictos o de tensiones”, asegura el también escritor.

Según Julio César Álvarez, otra fuente de conflicto habitual en las fiestas navideñas son las rupturas sentimentales, y pueden dar lugar a reacciones muy diferentes. “Esta reacción tiene que ver con factores de personalidad. Lo habitual con un golpe así es sufrir un duelo, otros buscan una mejoría inmediata y ficticia”, analiza el psicólogo, que también apunta que lo más natural sería asimilar la nueva situación, y afrontar un periodo de tristeza y desánimo.

Además, Álvarez declara que determinadas experiencias traumáticas traen 'un pan debajo del brazo', porque hacen a la persona replantearse su vida y tomar nuevas decisiones, nuevos enfoques y la invitan a pensar de un modo diferente. “Las crisis ayudan a reinventarse”

Factores de choque en nuestras emociones

A veces nos sentimos tristes sin más, o felices sin motivo aparente, sin una situación límite, aunque lo cierto es que, detrás de nuestras emociones siempre hay un factor de peso. “Un estado emocional nunca es azaroso. Hay muchos factores que influyen en un cambio de emoción. Por ejemplo hacer deporte, que libera endorfinas cerebrales, cambia tu estado de ánimo. Pensar de un modo diferente y algunos cambios hormonales, son otros motivos”, puntualiza Álvarez.

Los pensamientos y su relación con los sentimientos Las emociones son las que son, y a veces arrastran al individuo con ellas, por lo que es imprescindible el papel que juegan en ellas los pensamientos. “Si acabo de tener un ataque de ira o un emoción muy desagradable, y pienso que es natural, puedo integrarla y pasará. Si me castigo por ello y rechazo determinada emoción sólo conseguiré aumentarla”, recuerda el especialista de Valenda Psicólogos.

Mis pensamientos tienen mucha relación con cómo me siento

Como consejo para encauzar bien estos pensamientos y para que las emociones no sean tan intensas y se lleven mejor, Julio César Álvarez insiste en que hay que reforzar los pensamientos positivos. “Es habitual tender a ver el vaso medio vacío, es natural, aunque es importante construir pensamientos más positivos. De cualquier hecho, sea el que sea, hay dos visiones: el desastre y la posibilidad. La mirada es una decisión personal, y puede entrenarse”.

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