Cierra Novedades Edy y con ella casi cien años de historia comercial de León

Edy en el momento de su fundación en 1924. Imagen cedida por la familia.

Elisabet Alba

Salón de casa de tres generaciones. Lugar de encuentro con vecinos, clientes, que se fueron convirtiendo en amigos y casi en familia. El León de inicios del siglo XX y la ciudad en la que se ha convertido. La sociedad que buscaba calidad en los productos frente a la sociedad de consumo. Todo eso es Novedades Edy, la mercería cuasicentenaria de la avenida Ordoño II que cerrará sus puertas en junio por jubilación. Porque después de entregar toda su vida al negocio familiar, María Florinda necesita descansar y conocer los rincones de la montaña leonesa que el trabajo no le permitió antes.

De la tienda de ultramarinos que abrió en 1924 su abuelo Elías Diez y Diez todavía quedan algunas fotos y el olor a bacalao y sal en las paredes del almacén. Su fundador cedió sus iniciales para bautizar el establecimiento que, sin saberlo, se convertiría en sustento y seña de toda una saga. Sus hijos nacerían y crecerían entre estanterías desde el suelo hasta el techo repletas de todos los productos que un leonés podía necesitar entonces.

Tarsila Diez, la madre de Flor, era sólo una niña de 14 años cuando, junto a una prima suya de 12 y un dependiente aún más joven, tomó las riendas del negocio al estallido de la Guerra Civil. “Un día entraron tres militares y uno de ellos le pidió algo que estaba dentro del almacén para despistarla mientras otro le robaba algo. Cuando llegaron a la estación de tren y el otro compañero se enteró volvió y le dijo 'espabila'. Mi madre no consentía que le robaran... Lo llevaba fatal”.

Las primeras medias de licra

No sería hasta 1955 cuando lo heredó y decidió cambiar de gremio. “Por modernizarse” y por hacer lo que realmente le gustaba que era confeccionar ella misma los trajes de bebé, niño y señora que después vendía. “Mi madre fue la primera en todo León en vender las medias de licra. Se lo ofreció el hijo de un representante hace treinta años”, recuerda Flor.

Con productos para todos los públicos, en su tienda siempre compraron más las señoras que los hombres. “Una cosa que nos decía siempre era que si entraba alguien, que no lo engañáramos. Nos lo tenía prohibido. ¡Y si aguantamos 90 años es porque no engañamos a muchos!”, bromea.

Entre medias, pijamas, camisones, mantillas y mantones se criaron ella y sus tres hermanos. Miguel Rodríguez Diez, el mayor, Maximino y María del Camino, la pequeña. “Crecimos aquí. Si queríamos el bocadillo teníamos que venir aquí, si teníamos sed teníamos que venir aquí. Era el salón de casa. Somos la tercera generación, que siempre pincha, pero nosotros la hemos completado”.

Mamaron el oficio familiar y aprendieron la responsabilidad de echar una mano cada vez que llegaba Navidad o Reyes y tenían que ponerse a envolver regalos. Fue Flor quien continuó el legado de su madre llegado el momento, aunque “ella tenía mejor carácter”, bromea.

“Todo el mundo la quería mucho y ella nunca se fue de la tienda. Aún jubilada venía todos los días. Se sentaba en una silla y pasaba aquí el día conmigo”, hasta su fallecimiento.

A pesar de los cambios de titular y la continua adaptación del negocio a los tiempos, lo que ha permanecido inmutable ha sido “la buena calidad a un precio razonable” de sus productos.

“Para baratijas ya está el rastro”

“Para vender baratijas ya está el rastro y para vender cosas súper exclusivas también hay otros sitios. ¡Hay negocios para todo! Nosotros tenemos pijamas que te duran veinte años, ¡por eso me tengo que jubilar! A mis clientas no las veo yo comprando en Primark”, explica Flor, mientras lamenta que “los años pasan para todos. Se me ha muerto el 90% de las clientas buenas. Vamos también por la tercera generación en eso. Nuestras clientas son las que empezaron viniendo con sus abuelas... Ahora nadie entiende de calidad. Cambiaron los hábitos a pasos agigantados”.

Esa apuesta por la calidad, además de diferenciarlos de las grandes superficies, les suma un punto frente al comercio electrónico. “Un mantón o una mantilla tienes que tocarlo para ver la calidad. Hemos tenido casos de personas que compraron por Internet y volvieron a comprarnos a nosotros aquí”, aunque reconoce que intentaron meter la cabeza en el sector y desistieron.

Un intento web que no cuajó

“Si hubiéramos querido continuar con el negocio tendríamos que habernos modernizado más”. Hace quince años pusieron en marcha una página web pero después de “tres o cuatro años” tratando de dar con la fórmula correcta que se adaptarse a lo que ofrecían de cara al púbilco sin éxito decidieron cerrarla.

Mientras tanto, la ciudad también cambiaba con Novedades Edy. “Mi madre recordaba ver pasar por delante de la tienda los carros de caballos. Cuando nosotros éramos pequeños todavía era una calle de doble carril de coches, con un pequeño jardín en el centro, zonas para aparcar y aceras anchas. No tanto como ahora. Cada alcalde que llega levanta la calle, la tienen tomada con nosotros, pero lo que nos ha matado ha sido la peatonalización en verano”.

Una dura decisión

Desde que colgaron hace unos días el cartel de 'Cerramos por jubilación' la tienda se ha convertido en “un velatorio”. “Más de tres clientas nos han amenazado con ir al Ayuntamiento a pedir que nos prohíban cerrar”, se ríe Flor, no sin admitir que para ella también ha sido duro tomar la decisión, pero tiene ganas de descansar.

Como último deseo: “Que nos recuerden como fuimos”. “Nos gustó compartir la historia de la ciudad y ser parte de ella. Entre todos fuimos haciendo el León que tenemos, pero merecemos un descanso”. El reto que le queda por delante, encontrar arrendatarios que funden un nuevo negocio en pleno corazón de la ciudad y quieran comenzar otra etapa de la historia.

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