Algunas evidencias que surgen del coronavirus

Una fotografía ilustrativa de las dificultades provocadas por el coronavirus en la Sociedad.

Francisco Javier Saurina

El puñetero virus que nos quita el sueño y tantas otras cosas desde que hiciera aparición entre nosotros, ha puesto en evidencia un sinfín de cosas.

Quizás la primera de ellas sea la incompetencia política de nuestros llamados dirigentes o gobernantes para afrontar de forma no sectaria y sí desde el sentido común las consecuencias y posibles soluciones a algo que para la mayoría de nosotros es inédito.

Y digo incompetencia política sin ningún deseo de hacer crítica política alguna, simplemente poniendo de manifiesto no la sorpresa con la que el virus cogió a nuestros gobernantes, aunque no se quisiera ver las voces de alarma de aquellos que ya lo estaban sufriendo, sino por la soberbia con la que se ha gestionado todo.

Se viene hablando desde un principio de los científicos, del comité de expertos, o de criterios médicos cuando ni ha existido comité de expertos, y a los científicos se les ha apartado de todo esto. Significativamente llama poderosamente la atención el desprecio que se ha hecho de los veterinarios, acostumbrados a lidiar con virus y bacterias. Me ofende especialmente por ser León cuna de la Veterinaria española y de veterinarios eminentes, amén de sede de laboratorios e industrias farmacéuticas con una alta calidad.

Esta seria, muy resumida, una primera parte que se ha puesto en evidencia mientras se aprovechaba la pandemia para hacer otras cosas, como fortalecerse en el poder. Y es que el poder cuando se asume tiene una fuerza centrífuga que tiende a expandirse más que el virus, y de forma más peligrosa porque permanece e invade todo.

Ineficacia de la Administración

Y llegados aquí tengo que entrar en otra evidencia, la ineficacia de la Administración tal y como actualmente está configurada y que pone de relieve que la estructura de la administración está obsoleta y que la burocracia no ayuda a nada, tampoco en esto o si se me permite, en esto peor aún. Administración paralizada, en su mayoría e incapacidad para que siga funcionando con normalidad. Eso sí, el personal que no ha trabajado ha cobrado sus retribuciones igual que el que sí ha trabajado, y si no pregunten al personal sanitario y a la policía. y a los otros, a los que no iban a trabajar. Oiga, no se ofenda por esto, ahí no hay ERTE posible que siempre sería mejor que una congelación o rebaja de sueldos a funcionarios como las ya conocidas.

También en el ámbito de la organización administrativa mastodóntica y obsoleta cegada por la burocracia, merece una especial mención la configuración de nuestro sistema autonómico que más bien se parece a la configuración de España antes de ser España. Diecisiete virreinatos en los que cada uno hace lo que le parece y nadie se preocupa de acordar nada con el resto. Si yo pongo el toque de queda a las once, el otro a las diez, y si éste cierra esto yo también y además también cierro lo otro no vayan a decir. Efectividad, ninguna o poca.

Y en esto llegamos a lo que se ha querido ocultar detrás de la pandemia, y muy especialmente a meter las manos una vez más en el órgano de gobierno de los jueces, el CGPJ. No es la única aunque ésta si sea la peor, la que ha hecho saltar las alarmas de Europa y de las líneas rojas de una democracia moderna.

¿A alguien le preocupa la Justicia?

Eso sí, mientras tanto la administración de Justicia sigue esperando las reformas y medios humanos y técnicos que le permitan situarse en el siglo XXI, aunque el salto es grande porque está en el XIX. ¿Realmente le importa y preocupa a alguien? Pues bien creo que de los últimos ministros de justicia a ninguno y han pasado por el ministerio fiscales, jueces, y algún que otro abogado. Solo hay una idea en todos, controlar a los jueces.

Recuerdo una frase que mencionaba en una entrevista el jurista Gómez de Liaño “dadme un juez independiente y el mundo estará salvado”. Al parecer, ninguno de los que ha dirigido ese ministerio quieren un mundo a salvo. Bueno sí, quieren su mundo a salvo.

Muchos piensan que ese control se hace descolgando el teléfono y cursando mensajes a los mas altos representantes de la magistratura, ingenuos sin duda. No hace falta eso porque si sabes quien te nombra, sabes a quien no tienes que molestar y en que corriente nadas. Por eso a veces ciertas decisiones son tan sorprendentes y alejadas de Europa.

Empezaría por la necesaria reforma del acceso a la carrera judicial, sistema decimonónico obsoleto y que solo acredita el conocimiento de un temario. Así luego se ve lo que se ve en los juzgados. Creo que no estaría de más abandonar el actual sistema por otro en el que se exigiera el acceso mediante un exámen de acceso a la escuela judicial y una estancia en la escuela de 3 años en la que se formara técnica y prácticamente a nuestros futuros jueces y fiscales, lo que posibilitaría también una especialización en las nuevas áreas que van planteando los nuevos tiempos. No invento nada, la estructura del MIR adaptándola a la judicatura con grandes matices. Permitiría tener jueces más vocacionales, más equilibrados y mejor formados y especializados.

Seguiría con la dotación de medios técnicos de calidad a toda la administración de justicia, desde los médicos forenses, fiscales, jueces, magistrados y Letrados de la administración de Justicia y resto del personal. Medios técnicos con la última tecnología de los que ya disponen otras administraciones como la Agencia Tributaria y la Seguridad Social. Y luego coordinación, quizás no haya sido una buena idea que la justicia sea una competencia transferible a las comunidades autónomas porque ha favorecido la descoordinación entre unas y otras hasta el punto de incomunicarlas.

Es preciso también perfeccionar y mantener ciertas comparecencias mediante videoconferencia o vía telemática que permitan un ahorro en horas de espera en los pasillos e inútiles desplazamientos a otras ciudades para asuntos de media hora.

Y quizá también, no estaría de más una nueva organización territorial de los juzgados y una mayor dotación de jueces donde nuestro país no está precisamente a la cabeza de Europa.

Ciertamente el tema es de gran envergadura, pero no estaría de más que alguien o algunos trazaran las líneas de una justicia independiente de otros poderes, en la que el ciudadano pudiera confiar la tutela de sus derechos sin reservas. Eso sí, sin que esa independencia suponga un corporativismo que la convierta en algo hermético y cerrado que no rinde cuentas a nada, ni a nadie porque la soberanía reside en el parlamento español representante de la ciudadanía de la que emana.

Merma de respeto y libertades

Y también pone en evidencia la merma de respeto que se tiene por los colaboradores de la justicia, y muy en concreto por Abogados y Procuradores sin que sus órganos de gobierno del más alto nivel hayan hecho una sola manifestación al respecto en pro de la defensa de sus profesionales y del respeto debido hacia ellos como colectivo e individualmente en numerosas salas de los juzgados.

Y la última, y quizás la más preocupante es que hemos pasado a ser rebaño. Hemos dejado de ser considerados como sujetos individuales de derechos y libertades, como individuos, para forma parte de colectivos diversos. Podemos así pertenecer al colectivo de los jóvenes, de los viejos, de los parados, de los autónomos, de los progresistas, de los conservadores, etc. anulando cualquier matiz personal e incluyéndonos en una u otra categoría según convenga. Oiga, no. Yo no soy una oveja pastoreada por un perro carea ciego y sordo. Soy y somos personas llenos de matices que nos hacen a cada uno diferente, que vive en circunstancias diferentes y que actúa de forma diferente con independencia de si es joven, mayor, estudiante, trabajador, lanzador de huesos de aceituna o asaltadora de capillas.

Ante todo, un respeto.

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