La constancia de ser leonés

Tradicional antruejo en la localidad leonesa de Llamas de la Ribera. // Campillo / ICAL

David Díez Llamas

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Diríamos que el leonés es una persona con un carácter que no cambia mucho, que se define más por la permanencia y la constancia que por la variabilidad. Ello puede tener como valor positivo la fiabilidad de una personalidad formada. Como aspecto negativo puede suponer una cierta dificultad de adaptación a los cambios sociales en un mundo cada vez más exigente en este sentido. Podríamos decir que en el leonés tienen más importancia los valores de tradición que los de vanguardia. Miramos tal vez en exceso al pasado y nos olvidamos del propio futuro.

Esa desconfianza hacia “la fugacidad de lo nuevo” se manifiesta en el refranero popular como recoge Javier Rúa en su libro sobre “la meteorología popular leonesa ”en el que dice: “Sol que mucho madruga poco dura” o “sol madrugador y cura callejero ni el sol calentará ni el cura será bueno”y “sol madrugador, nunca buen calentador”. Las variantes recogidas en El Bierzo vendrían a reafirmar ese sentimiento: “Ni el sol madrugador, ni moza festejera, el sol no calentará y la moza no será buena” (Toreno) o “sol madrugador de xaneiro, mete o can o palleiro” .

El sentimiento de ser constantes en las formas de pensar y expresarse hace que el leonés se distancie de la fugacidad de las modas. Como se puede apreciar en esas expresiones populares se valora más “la duración” de las cosas, “el que el sol dure” que el que ese sol madrugue y salga antes. Se considera que las modas llevan aparejadas una cierta sensación de ideas evanescentes y con escaso fundamento. Brillan hoy para apagarse mañana con la misma rapidez con la que se presentaron en un momento dado.

Esta personalidad que valora la constancia y la duración por encima de las vanguardias y las modas es propia de un espíritu conservador. No es el leonés alguien que apueste por el riesgo. Así en el plano económico podemos ver cómo la Región Leonesa es un territorio en el que las entidades financieras captan ahorro para buscar inversiones y dar créditos en otros territorios.

Esa idea de la constancia asociada a la tradición hace que los cambios se miren en la distancia y desde la desconfianza. Así en la obra citada anteriormente, Javier Rúa se refiere al dicho de “truena por la mañana y concejo por la tarde, todo se vuelve aire”. Hay que tener en cuenta que los concejos se suelen celebrar los domingos por la mañana a la salida de misa. Este dicho refleja la desconfianza en la alteración de las costumbres, de modo que cuando ese concejo se celebra por la tarde “todo se vuelve aire”, es decir se le niega validez y todo queda en pura palabrería. La permanencia de las costumbres les otorga un valor, frente a los cambios aunque sean de horario.

Héroes leoneses

Esa constancia es un signo de personas con unos valores consolidados pero también complicados de cambiar. Hace que las personas que los tienen sean dignas de confianza en lo que defienden. Es el caso del Húsar Tiburcio soldado del batallón de los húsares de León que participo en la defensa de Astorga durante la guerra de la independencia. Cuando tras el asedio la ciudad se rinde, dicen las crónicas que el Húsar Tiburcio se arrojó contra los invasores al grito de “Si han capitulado, yo no capitulo”, con lo que fue pasado por las armas.

Otro ejemplo de esos héroes leoneses que mantienen sus convicciones hasta el extremo es el de Guzmán El Bueno. Se dice que cuando los musulmanes secuestran a su hijo y le demandan que les entregue la ciudad que tienen sitiada (Tarifa) o matan al hijo, Guzmán les lanza su puñal “por si no tienen arma para poder hacerlo”. Así en la legendaria de los héroes leoneses estos no se caracterizan por las conquistas de determinados territorios (al modo de El Cid por ejemplo) sino más bien por la defensa de sus plazas ante los ataques enemigos. Aquí podemos decir que vuelve a cobrar más fuerza los valores de la constancia frente al “avance” y “conquista”. Es la firmeza en la defensa y un importante sentido del honor frente al ataque de las fuerzas enemigas.

Pervivencia en fiestas tradicionales

En los acontecimientos y fiestas tradicionales podemos encontrar signos de la pervivencia de ese afán por mantener las propias costumbres y ser constantes con ellas. Así mientras en muchos pueblos de España y de otros países es habitual que las personas pasen buena parte del año haciendo su disfraz de carnaval procurando que sea distinto y diferente, en el carnaval tradicional leonés viene a suceder lo contrario. Así tenemos que en muchos pueblos de León el carnaval no es ponerse un traje distinto cada año, sino el mismo que utilizaron sus antepasados y que, año tras año y generación tras generación desean seguir poniéndose para que las raíces continúen hundiéndose en la tierra.

En las faenas agrícolas también podemos encontrar esos ritmos constantes. En el majar tenemos que los ritmos de pegada son metódicos y constantes. Para ayudarse en esa tarea solían acompañarse de canciones. Era una acción lenta y laboriosa que solía hacerse en colaboración de los diferentes miembros de la familia o del vecindario.

En el proceso de transformar la leche en mantequilla a través del volteo de los odres encontramos otro signo e indicador de esa constancia leonesa.

Lucha constante

Diríamos que los leoneses somos constantes en las acciones que hemos decidido emprender y no nos damos fácilmente por vencidos aun cuando sepamos que el objetivo a alcanzar sea complicado. Otro ejemplo más de ese rasgo del carácter leonés lo podemos encontrar en la propia construcción de la catedral y las leyendas asociadas a ese proceso. Así la leyenda nos dice que mientras los hombres y mujeres leonesas se afanaban en su construcción, había un ser fantástico (un topo según esa leyenda) que se encargaba de destruir por las noches lo que durante el día habían ido construyendo. Esa leyenda dice que un día los leoneses dieron caza y muerte al famoso topo y ello permitió seguir avanzando el templo en su construcción. De hecho hoy se puede ver esa figura fantasmagórica a la entrada de la catedral de León en la puerta de San Juan. Al parecer esos restos pertenecen a un caparazón de una tortuga y no al topo que nos indica la legendaria, pero eso poco importa. Esta leyenda del topo nos habla de un pueblo que es constante en su esfuerzo, que no se deja vencer por las dificultades (el topo) y que es capaz de vencerlas aun cuando la victoria (la construcción de la catedral) se dilate en el tiempo.

Es un rasgo más en nuestro carácter el tesón en las luchas. Al estar profundamente asumidos los objetivos a alcanzar somos capaces de luchar por ellos durante mucho tiempo. No son luchas que se distinguen por su especial vistosidad o agresividad, sino por su constancia. Así podemos decir que los símbolos leoneses permanecen en las manifestaciones individuales, mientras los relativos a la autonomía de Castilla y León los encontramos de modo exclusivos en los edificios oficiales. No son asumidos por los leoneses a pesar de los muchos años que han pasados desde que se crea la Junta de Castilla y León.

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