El lúpulo leonés: pasado y presente con grandes retos de futuro

Cortando lúpulo en una finca. Foto: Abel Aparicio

Abel Aparicio

La mañana está nublada en Villanueva de Carrizo, el trasiego de remolques, tractores y pequeños camiones es prácticamente testimonial en la Avenida del Lúpulo, emplazamiento de la histórica factoría Lúpulos de León, hoy propiedad de Hopstainer. El conocido como 'oro verde' leonés, base fundamental de la cerveza, llega ahora en grandes tráilers. Paseando por sus alrededores, el bar en el que servían un café de puchero inigualable antes de la entrega de lúpulo pasó a convertirse en una vivienda más. El Riosol, parada obligatoria para degustar unas tapas de pulpo y callos después de realizar la labor tiene sus puertas cerradas desde hace un año. Por el famoso puente de hierro de Carrizo ya no desfilan millares de sacos de lúpulo seco, hoy lo hacen por la circunvalación del pueblo. Sin embargo, el aroma del lúpulo sigue impertérrito, todo lo inunda trasmitiendo una tradición que ya surca muchas décadas, y con suerte, más que lo seguirá haciendo.

Finalizada la frenética campaña de recogida, hablamos con Alberto Martínez Ferrero, agricultor de San Román de la Vega, a la vera del río Tuerto, que junto al Órbigo, forman las dos comarcas lupuleras más importantes de España. “Aproximadamente, en España se cultivan unas 580 hectáreas. Quitando unas 14 que están en Cataluña, 12 en Navarra, 7 en Extremadura —que ya se dejaron de trabajar porque el calor extremo del verano que tienen allí no es bueno para el lúpulo—, otras 11 en Murcia y otras 10 en Galicia, el resto están en León”, indica Alberto, presidente de Lúpulos de León, mientras piensa en los siguientes datos en salir a la palestra. “El número de productores y productoras asociados a Lúpulos de León es más o menos un 88% del total nacional”, dice mientras prosigue la conversación. “El grupo cuenta con unos 180 socios, de los cuales 150 entregan en la actualidad. En cuanto al porcentaje, un 25% de las titulares son mujeres y el 75% restante hombres. Para gestionar todo esto, contamos con una administrativa, Ana García y un técnico, Javier Fraile”, recita casi de memoria.

Cuando Alberto pone sobre la mesa estas cifras, la pregunta que viene a continuación es en qué nivel estamos con respecto al resto de los principales productores de lúpulo del mundo. Según los datos oficiales de Comisión Europea del año 2020, España tiene 588 hectáreas, frente a las 20.705 que tiene Alemania, las 5.236 de Chequia o las 1.757 de Polonia. Por su parte, el mayor productor mundial del lúpulo, Estados Unidos, cuenta con 21.700.

“Competir con Alemania y Estados Unidos a día de hoy es imposible. Para avanzar hacia los primeros puestos a nivel mundial necesitamos una concentración parcelaria importante. Allí hay plantaciones de las que no alcanzas a ver el final y esto facilita mucho la labor”, informa rotundo. “Otro factor muy importante es el agua. En estos países el riego es por goteo, con lo que se ahorra mucha agua y se evita el crecimiento de plagas. Sería imprescindible y urgente una mejora en el sistema de riego, sin estos dos factores, no se puede hacer nada”. El tercer pilar que tanto Alberto como el resto de agricultores y agricultoras demanda es la presencia de una fábrica de peladoras, remolques-cortadores, desbrozadoras y el resto de aperos necesarios en suelo nacional. A día de hoy no existe ninguna y todo lo que se necesita para cultivar el lúpulo hay que importarlo, ya sea nuevo o de segunda mano, lo que incrementa y no poco el precio.

Alberto toma aire para decir lo siguiente: “aquí la madre del cordero son los fitosanitarios. Tenemos que buscar principios activos que logren acabar con las principales plagas”, dice con seriedad. “El problema está en que en España la producción del lúpulo es muy pequeña comparada, por ejemplo, con Alemania. Allí a las marcas de sulfatos les interesa investigar, porque saben que lo que sacan con la ventas de sus productos supera con creces el gasto en investigación, aquí no”, sentencia tajante. Martínez indica que cada ensayo, que hay que enviar a analizar a un laboratorio gallego, cuesta 70.000 euros, y eso sale de los bolsillos de los productores de lúpulo. “Si el ensayo sale bien, perfecto, si no, dinero perdido”. Todos los productos que se le echan al lúpulo son revisados y cuentan con el aval del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. La Junta de Castilla y León es quien lo revisa, al igual que el lúpulo entregado a Hopstainer, pero quien da el informe favorable es el Ministerio. Alberto pone como ejemplo la campaña del año pasado, en la que al final varias fincas sufrieron de Mildiu y Oidio y casi la mitad de la producción se perdió. Alberto denuncia que es mucho el trabajo y el dinero invertido para que todo se pierda por no tener un principio activo para atajar el ataque de estas plagas.

Otro de los factores importantes a la hora de analizar el lúpulo es la riqueza. En Europa hay tres zonas, a saber: alta, media y baja. Los cuatro países productores del Mediterráneo, España, Italia, Grecia y Portugal están en la baja. Hablando de cifras, la variedad Hércules producida en Alemania tiene una riqueza de unos 17'5-18% de grados Alfa y una producción de unos 3.500 kg/hectárea. En España, la riqueza de la variedad Nugget, es de un 11'5% y una producción de 2.000 kg/hectárea.

Cerrando el círculo, el lúpulo no es ajeno a la realidad que vive España. Mientras en Estados Unidos y Alemania hay una gran partida para investigación, aquí ocurre todo lo contrario. En Alemania, por ejemplo, el dinero recibido de los fondos europeos en el sector del lúpulo se destina a I+D+I, por eso las patentes de casi todas las variedades son suyas. En León durante muchos años se cultivaron las variedades H3 y H7, que llegaron aquí cuando los franceses liberaron la patente. Ahora la principal variedad es la Nugget, que llegó aquí cuando los alemanes liberaron la patente. En los últimos años se están plantando las variedades Eureka y Apollo, cuya patente es de Hopstainer y los agricultores leoneses pueden plantarlas, siempre y cuando la producción se la entreguen a ellos.

Preguntado por el futuro, Alberto es optimista. “Tenemos un contrato en vigor que empezó en 2017 y finaliza en 2024. Las cerveceras españolas tienen que importar aproximadamente un 40 % del lúpulo que utilizan, lo que quiere decir que tenemos mucho margen de crecimiento”.

Cuando la entrevista finaliza y antes de tomar una cerveza en uno de los bares de Carrizo, es de obligado complimiento visitar los guiños al lúpulo que hay tanto en Villanueva, con una peladora y una instalación junto a la palabra LÚPULO, como en Carrizo, con su escultura a la flor del lúpulo y un graffiti en el frontón del pueblo.

Antes de emprender rumbo a la vega del Tuerto, Alfonso Álvarez, alcalde de Carrizo de la Ribera, nos habla de 'La ruta del Oro Verde', un motivo más para visitar Carrizo. “En dicha ruta se pretende dar a conocer el cultivo de esta planta, su función en la elaboración de cerveza y sobre todo la importancia que ha tenido para el desarrollo económico y social de la comarca”, indica Álvarez. “También se muestran los sabores del lúpulo, ya que la ruta termina con una cata de cerveza en la que el lúpulo sigue siendo protagonista. Hemos apostado por una iniciativa novedosa para nuestro municipio y ha tenido buenos resultados, han sido un importante número de personas el que ha podido disfrutar de la ruta”, finaliza orgulloso.

Mientras tomamos esa cerveza, escuchamos de fondo “I'm Shipping Up To Boston”, de los Dropkick Murphys, canción que suena en la gran mayoría de los bares cerveceros. ¡Brindemos por ello, por el lúpulo!

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