Cuando las piedras aprendieron democracia

El paso de piedra de Puente Castro sobre el río Torío.

Javier Pérez Fernández

Antoine de Saint Exupery cobró fama como autor de 'El Principito', ese libro aparentemente inofensivo y naif, especialmente recomendable para bondadosos y comeflores que, sin embargo, encierra todo un recetario existencialista. Sin embargo, no nos equivoquemos, el autor francés también fue el que escribió esta otra frase inolvidable: “Un día las piedras aprendieron democracia: así fue como se hundió el acueducto”.

Es duro, pero quizás sea necesario reflexionar sobre ello.

La pandemia nos ha enseñado que los gobiernos van a aprovechar cualquier ocasión para incrementar el control sobre los ciudadanos. Casi nadie protesta ya cuando se instalan cámaras por las calles, y menos aún cuando, como a idiotas, se nos pide que utilicemos las tarjetas de crédito de manera preferente para pagar nuestras compras.

Casi nadie piensa ya que la tarjeta de crédito tiene un número, ese número va asociado a un nombre, y a ese nombre, con extremada facilidad, permitimos que se asocien unas marcas, unas compras, y una hora y un lugar de compra. Cada pago con tarjeta dice, por ejemplo, si hay alguien en nuestra familia intolerante a la lactosa, a qué hora compramos y hasta si mantenemos relaciones sexuales y nos ha dado por comprar preservativos o pastillas para dormir.

Y eso aquí, donde se supone que tenemos derechos, porque donde no hay democracia es aún más duro el control.

Lo peor del todo es que a ese control algunos le llaman coordinación y la consideran deseable. A esa falta de privacidad le llaman planificación, y se aprovecha para que las cosas sean más eficientes. No se puede negar: la libertad de la gente es un incordio y genera costes. En los sitios en que la gente va donde la mandan y a la hora que la mandan, todo es más sencillo, más barato y funciona con más fluidez. El país que decide qué puesto asumirá cada cual, casi desde la cuna, funciona de manera más eficiente y reduce costes. El país que obedece a un líder, sobre todo a un líder que no consulta a nadie para tomar sus decisiones, parece mejor gobernado y toma resoluciones más ágiles y menos corrompidas por el cortoplacismo.

Los peligros politicos de la pandemia

Y ese es el peligro: hay demasiada gente por ahí que empieza a convencerse de que lo bueno es obedecer, que nos manden, que nos controlen, y que todo siga funcionando medianamente a base de que nos llamen perro y nos tiren pan.

De todos modos, algunos, entre los que me encuentro, preferimos no vivir como mascotas. Prefiero que el Estado no me alimente a base de una renta básica, que no me dé una caseta garantizando la vivienda, y que no, por Dios, que no me lleva a vacunar obligatoriamente como a cualquier puto caniche. Porque el siguiente paso, lo sabemos, es que primero te capan, y luego te sacrifican.

Cualquier veterinario os lo puede confirmar.

Así que a ver si vamos espabilando. Puede que la democracia hundiese el acueducto, pero los regímenes planificados no llevan el agua a nuestro molino. La llevan al suyo, y recuperarla sale carísimo.

___Javier Pérez Fernández es un escritor leonés que, entre sus muchas novelas, ha ganado premios como el Azorín con 'La crin de Damocles', ambientada en los tiempos de la hiperinflación de la República alemana de Weimar en los años 20 del siglo XX.

'La crin de Damocles

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