Lo real, la realidad y la leonesidad conceptual

Una pancarta leonesista. // Campillo / ICAL

Máximo Soto Calvo

Tengo tanto que decir y más aún preguntar que creo necesario empezar cuestionándome posicionamiento y valor. Si yo fuera de UPL algo más que votante, repasaría el álbum de los recuerdo gráficos, fotografía y comportamientos, para saber quiénes fueron, quiénes fuimos y quiénes siguen siendo ahora, relevo tras relevo (la mayor parte de las veces demasiado forzoso), los que manejan la formación. Eso sí, sostenida por el electorado leonesista o de arraigado sentimiento de “ser leonés”, base y fundamento.

La presencia activa de UPL, de modo especial en el centro del poder autonómico, es imprescindible, al menos como marcapáginas, o recordatorio en el libro de la Comunidad, escrito por castellanos afincados en Valladolid, dado el centralismo agraz y feroz montado a fortiori. La expectación abierta en el electorado se ha de atender. A ver qué es lo que nos cuentan con objetividad, ante un medido y programado proceder. Confío, pero temo. No regaño ni doy lecciones, constato. Pedagogía leonesa, leonesista y eficacia defensiva pueden valer como excelentes impulsores. León, los leoneses sufrimos en la autonomía impuesta.

Lo apuntado encaja en la realidad que vivimos, como tal lo percibo o está dentro de nosotros, no es virtual y por que existimos, nos puede empujar al ideal leonés. Mas, tal realidad, ha de ser puesta en valor como estadio previo, para ser peleada en todos los frentes, con ánimo de ganar, al menos batallas en el campo político, para ser leoneses reconocidos y libres.

Si bien, cuando escribía “real” en el comienzo del epígrafe, pensaba en el poder real, el de los reyes leoneses, una monarquía hoy en permanente candelero, un afán que nos viene absorbiendo últimamente fuerzas y voluntades; puede que empleando en ello demasiada ilusión por transmitir lo que la historia mal dirigida, o de pergeño avieso ha mostrado confuso o bajo sordina castellana. Mas, no olvidemos su condición de absoluta, monarquía absoluta, en la etapa medieval, durante la llamada Reconquista, patrimonial mucho tiempo, hasta que la realidad momentánea u ocasional, la empujaría a cierto grado de limitación, desde el propio convencimiento real o que la necesidad política, económica y social demandaban.

No obstante, nuestra pesadilla siempre fue el poder de absorción de Castilla (¡Tremendo! O más bien empleado con tremendismo) y ahora políticamente es, hacia lo leonés, de dañina obsesión dominadora. Donde, además de ser sufridores, se nos tilda de quejicosos.

En verdad yo también he caído, en momentos de gran desilusión autonómica, cuando luchábamos, sin éxito, en contra de la forzada adscripción, de ella dimanaba la incomprensión y de los políticos el ninguneo, entonces, justo entonces, la idea de buscar la apoyatura real histórica, parecía una buena vía, junto a lo cultural e identitario.

El pueblo leonés en liza

Aunque no sea necesario, me gusta añadir que, dada mi preferencia republicana, me agradaba poco recurrir a la figura del rey, cuando además éste, era, o decía serlo, por la gracias de Dios. Pero cuando lo castellano quería salir en plan dominante, todos los recursos, incluso el histórico que nos definía, era excelente arma defensiva, o al menos con cierto peso específico diferenciador. Pero siempre he pretendido tener en cuenta al Pueblo, con mayúscula, el gran elemento social que hace la Historia, demasiado humillado, en silencio, hasta que, como suspiro de concesión real, el Estado llano surge en la vida política. Mejor aludo, como novedad, al tercer estamento en la Curias, que, con su actuación, dio origen al parlamentarismo.

Ya tenemos al pueblo leonés en liza, afincado en un territorio bajo dominio de los sucesivos reyes leoneses, que según el momento reconquistador tendría diferente extensión.

Cuando, en nuestros días, el pueblo leonés, con región triprovincial es incorporado al ente llamado Castilla y León, los leoneses, ciudadanos de las tres provincias, adolecíamos del grado de hermanamiento que la circunstancias demandaban, pero, no obstante, supimos aunar esfuerzos en el intento de no ser absorbidos por la Castilla (retazos) que pugnaba por la hegemonía y el dominio. Luego se enfriaría la compenetración defensiva. A la que hoy, casi cuarenta años más tarde, tendremos que acudir de nuevo, en esta ocasión alertados por la faceta socioeconómica decadente, por mor del ente padecida, ésta nos puede concitar, y a partir de ella surgir la reunión interesada, con fundamento regional rescoldo de un gran reino.

Como colectivo, los leoneses, puede que pensemos que aquello que indudablemente es inherente a nuestra personalidad y nos identifica, está en la simple lógica de decir soy leonés, y no hayamos sabido percibir mayoritariamente el peligro de la absorción autonómico-castellana, y del expolio identitario. Sí, y sufrimos por ello; y lo queramos o no entender así, no hay nada mejor que explique la revitalización de ese sentimiento creciente, bien llamado leonesismo. Un sentimiento, hoy a caballo entre el amor y la reivindicación que nos lleva a la defensa de lo leonés, de modo personal o compartido en lo asociativo cultural y que nos aglutina para poder funcionar en política, tal como ocurre en la formación UPL donde sirve de imprescindible congruente, sin que sea de uso y empuje privativo de ella.

Ocupando un espacio sentimental, parecido al que el leonesismo se aferra, ahíto de amor, y colmado de planes defensivos de lo leonés, parece que empezamos a tener, en paralelo, cada día más presente el concepto leonesidad. Cualidad del ser leonés, de no menor importancia en según qué movimiento social lo empleemos o se lo acoplen. La contundencia está en las razones que lo rodean. Sobre este concepto deje algo apuntado en mi anterior opinión.

Del que llamaré movimiento social o Plataforma 'León Primero', y su leonesidad, tengo ya cociendo opinión y percepción, de modo que con gran interés acabaré de darlo forma, para mañana. Espero no defraudar...

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