El 'León que repara' se va muriendo con su comercio de barrio: Antonio espera la jubilación buscando repuesto en su negocio

Antonio Fernández, a las puertas de su Zapatería C. del Río en Torres de Omaña, en León capital.

Elisabet Alba

El 'León que repara' cuando algo se deteriora, se estropea o se rompe, se va muriendo poco a poco. Lo hace al mismo ritmo al que desaparece su comercio de barrio y, a la inversa, se multiplican las cadenas, que abaratan costes reduciendo la calidad, que baja tanto que hace que cada vez más se expanda la tendencia de tirar lo viejo y comprarlo nuevo antes de intentar arreglarlo, porque en muchos casos es difícil encontrar un resquicio que salvar. “Quieren que desaparezcamos todos. Y lo están consiguiendo”, lamenta a este medio Antonio Fernández, en su Zapatería C. del Río.

Cuando a mediados de los ochenta dejó la construcción y su Valencia de Don Juan natal por la zapatería de su suegro en la plaza Torres de Omaña en León capital, el entonces conocido como barrio de Santa Marina estaba lleno de librerías, ultramarinos, panaderías y coches. Ahora, espera la jubilación sin haberse movido ni un ápice, pero ya en lo que se ha popularizado como el barrio Romántico, peatonal y conquistado por bares y turistas. Cuarenta años, que se dice pronto, en los que ha sido testigo de la metamorfosis a su alrededor.

“Las cosas cambian”, reconoce a ILEÓN con más optimismo que resignación, porque, “aquí sigue habiendo negocio”. El establecimiento que ahora regenta, lo abrió el padre de su mujer, Carlos del Río, en 1962. De él aprendió el oficio, recién casado con apenas 24 años. La maña se la fueron dando los años. “Y la paciencia. En este trabajo es tan importante saber hacer las cosas como ser curioso al hacerlas. Los clientes te lo agradecen”. Pero el tiempo, dentro de su pequeña puerta de madera, y tras su mostrador, parece haberse detenido para él.

“Trabajo siempre he tenido”, explica. Unas temporadas le daba para sacar dos sueldos, cuando arreglaba “20 o 25 pares de zapatos al día”, y otras paliaba la escasez de pares vendiendo cinturones de cuero, cortando bandoleras, remendando bolsos, cazadoras, cambiando cremalleras, dejando claro que “,de una cosa o de otra, he vivido bien del negocio”.

“El que compra calzado bueno, todavía lo arregla”, pero ya no hay zapaterías que vendan “calzado de suela” en León y sus estanterías están llenas de playeros “de plástico”, que es “lo que se pone la gente y tiene menos mantenimiento”. Sigue haciendo calzado a medida como ortopedista, aunque ha notado que “cada vez hay menos cojos”. Así que también pone alzas por dentro cuando son pocos centímetros de diferencia, para que no se note. “Es un oficio muy entretenido, porque a cada rato estás haciendo una cosa”, dice sin levantar la vista de unos botines de mujer a los que además de cambiarles los filis les arregló un enganche que tenía la tela en un tacón. Al fin y al cabo, “cada uno se busca la vida como puede”.

Así se pasa las horas, reclinado sobre una silla de madera o subido a un taburete. Pasando de unas cuñas de verano a unas botas de invierno. La mayoría calzado de mujer. “Sin las mujeres muchos oficios no existirían. Son mis mejores clientas”, dice orgulloso, asegurando que mantiene algunas incluso después de mudarse de León: “Me vienen a ver en vacaciones de verano, Navidad o Semana Santa”. Y cuando menos se ha dado cuenta son las ocho y media, y como cada día le toca a la puerta su vecino el librero, que traspasa el negocio, para hacer juntos un trecho de la vuelta a casa.

Se le escapa el reloj para irse a descansar, pero tiene marcada una fecha en el calendario. “¡A los 65 me jubilo!” Lo tiene claro. Igual que reconoce que no tiene repuesto para seguir con el negocio, pero que estaría encantado de enseñar a alguien. “La gente no quiere ensuciarse tanto las manos”, comenta mientras apura a quitar de las suyas un poco de pegamento, “yo garantizo que una persona que sea curiosa se puede ganar la vida perfectamente”. Tiene todavía más de tres años por delante para encontrarla.

___Nota: Antonio Fernández tiene previsto jubilarse a los 65, para lo que todavía le quedan más de tres años por delante. Tiempo suficiente para seguir buscando y encontrar una persona que continúe con el negocio en Zapatería C. del Río y enseñarle todo lo que sabe.

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