Pozo Grajero, memoria de la crueldad de la represión franquista en León y faro de las exhumaciones

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C.J. Domínguez

El 13 de noviembre de 1937 a una profunda hondonada en los montes de Picos de Europa, en la localidad de Lario (municipio de Burón) son lanzados los cuerpos de cerca de 13 personas. El Pozo Grajero, una fosa natural vertical, repleta de aves, era su tumba.

Casi todos asturianos, habían sido apresados por personas afines al régimen golpista de Francisco Franco en Ponga, en el Principado de Asturias. Fueron llevados al cuartel de San Juan de la localidad asturiana, desnudados, atados con alambres cortantes, apalizados y después forzados a caminar atravesando la dura Cordillera Cantábrica hasta la boca del Pozo Grajero, donde sus verdugos les fusilan a bocajarro antes de arrojarlos a la sima.

La finalidad era clara: no dejar rastro alguno de estos represaliados. La condena no era sólo la muerte, también el olvido total.

Sin embargo, nadie contaba con que uno de los destinados a desaparecer para siempre lograría salir por las entrañas de la tierra.

Jacinto Cueto pudo conservar la vida, aunque enfermó, y durante años permaneció oculto en el desván de su casa. Y también pudo conservar la verdad, los datos que permitieron que se conocieran los herrendos hechos antes de morir.

Seis décadas después, esa verdad callada de boca en boca, salió a la luz entre las familias de los afectados. Y con esa verdad como arma, varios de los cuerpos fueron rescatados por sus propios familiares.

El Pozo Grajero de Lario se convirtió así en 1998 en la primera exhumación de la provincia, a pesar de no estar autorizada ni con amparo judicial, sino familiar y sentimental, porque en realidad fueron los '13 de Priaranza' los que abrieron en el año 2000 la brecha legal para abrir fosas-.

Aquellos días en los que el Pozo Grajero escupió la vergonzosa verdad del odio, entre un silencio sepulcral de todo el valle a causa del miedo y el remordimiento a pesar del tiempo transcurrido, allí se estaba fraguando una punta de flecha, un precedente en España que hoy es un movimiento de derechos humanos en la búsqueda de miles de cuerpos en cientos de cunetas.

Gracias a quienes abrieron el Pozo Grajero y a los periodistas e historiadores que le dieron conocimiento público con el libro 'La memoria del Grajero', se pudo conocer después de aquella víctimas lanzadas al olvido fueron Primo DeMaría Casares (único leonés, natural de Posada de Valdeón), Celesto Muñiz, José Manuel Cuadrillo, Fausto Martínez, José de Diego, Ramón Follo, Aniceto Rivera, Antonio Fernández, Ángel y Marino, amén de otros dos cuerpos que fue imposible identificar.

Este sábado, un año más, la Asociación Pozo Grajero que nació en León para honrar a estas víctimas y luchar por la memoria histórica ha vuelto a homenajear póstumamente a los pies de la sima a aquellas personas, así como a recordar al que fuera su presidente, Mario Osorio.

A las 11.30 horas se inició el ascenso desde Polvoredo, y una vez allí tuvo lugar “un acto abierto de reconocimiento a las víctimas del franquismo y a los luchadores por la libertad y la democracia, por la República, que sacrificaron sus vidas por sus ideales”.

Posteriormente, en la Casa del Parque Regional de Picos, situada en la localidad de Lario, habrá una comida colaborativa. y siguiendo con el recuerdo y homenaje a las personas represaliadas por la dictadura y al propio Mario se celebrará el concierto con la voz de 'Rojo Cancionero'.

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