60 años de la riada más devastadora que vivió la provincia de León en el siglo XX

riada 1959 miranda de ebro

Luis Álvarez / Villablino

Amaina ya la sucesión de temporales que han anegado literalmente la provincia leonesa, causando importantes daños en muchas comarcas. Pero con el rumor de su despedida se puede escuchar aún el grito de un episodio tremendamente destructivo que tuvo lugar hace este mes de diciembre exactamente 60 años.

Fueron sin duda posiblemente las navidades más negras de la comarca de Laciana en el último siglo y lo mismo en toda la provincia. El 23 de diciembre de 1959, una enorme crecida de ríos y arroyos causó el caos en todo el noroccidente provincial y mantuvo a Laciana completamente aislada más de una semana, tanto por ferrocarril, como por carretera.

Eran tiempos en que las previsiones meteorológicas no iban más allá del calendario Zaragozano, la tradición popular basada sobre todo en los refranes climáticos y los avispados de cada zona geográfica, que casi en términos más próximos al chamanismo o la brujería, que al conocimiento científico; trataban de adivinar el tiempo meteorológico con artes adivinatorias basadas en las denominadas 'suertes y resuertes'; en otros lugares denominadas “las cabañuelas”.

El calendario Zaragozano es de sobra conocido entre la población española que supere los 40 años y aún hoy se publica después de más de siglo y medio de su primera edición en 1840. Existen además otros del mismo estilo, especialmente en Galicia como “O Mintireiro Verdadeiro” (de origen en 1963) o “O Gaiteiro de Lugo” (con origen en 1857), este con periodos amplios sin publicarse.

Los adivinadores del tiempo locales eran personas en las que las gentes tenían confianza en su capacidad de predecir el tiempo por cálculos y apreciaciones basados en la observación de las circunstancias climáticas de varios días de enero, febrero u otros meses del año. Para después según sus apreciaciones, estimaciones, cálculos o interpretaciones de esas observaciones predecir lo que iría sucediendo a lo largo del año posterior a esos hechos. Para estas suertes o cabañuelas cada maestrillo tenía su librillo, como dice el refrán.

Existían entonces algunos métodos más científicos, como la utilización de barómetros, al alcance de muy pocos, y las observaciones meteorológicas en estaciones y sus evaluaciones, tardías y deficientes, por problemas de comunicación y escasez de medios técnicos.

Y luego, otra predicción también muy extendida pero demasiado genérica, la que ofrecían los conocidos como el 'fraile del tiempo', que no deja de ser un higrómetro que aún se fabrica y vende hoy en día desde su creación en 1984.

Aquellos días de 1959

La sorpresa, dada la esta escasez de previsiones que pudiesen apuntar más allá de un simple temporal de invierno, fue lo que aquella Navidad de 1959 provocó innumerables daños y hasta cuatro fallecidos.

A finales de noviembre, en concreto el día 30 comenzó a nevar copiosamente en el área noroccidental de León y suroccidental de Asturias. A la nieve siguió agua, otra vez nieve y más agua, con temperaturas suaves, lo que provocó un rápido deshielo y una terrorífica riada en todos los cauces de ríos, arroyos y regueros, que entre el 23 y 27 de ese mes de diciembre, se llevó a su paso puentes, carreteras, caminos, vías, provocó corrimientos de tierras y aludes con al menos cuatro muertos contabilizados en circunstancias diferentes.

Muerto de agotamiento

Un vecino de Genestosa (comarca Babia), arrastrado con parte de un prado de su propiedad por el río y encontrado un día más tarde fallecido aguas abajo. Un vecino de Teverga, que en compañía de otros tres familiares, que le sobrevivieron, trataban de cruzar el puerto de Ventana hacia su pueblo camino de Asturias, muerto por agotamiento, y al que sus familiares se vieron obligados a abandonar en el camino tratando de no seguir su suerte, desandar el camino hacia Torrebarrio y en compañía de vecinos del pueblo y un médico regresar a recoger el cadáver. Y dos muertos en la casa de “Cuchanín” en Naviego (Asturias), por una avalancha de nieve que derruyó la casa.

Los daños materiales fueron cuantiosos, aunque en ningún sitio hemos podido recoger valoraciones oficiales. Es sabido que la carretera de Babia estuvo cortada en Villafeliz por la crecida del río Luna durante más de tres semanas.

Casi dos semanas lo estuvo por encima de Villaseca, donde un corrimiento del terreno provocó un hundimiento de la calzada de unos 80 centímetros en un tramo de unos 70 metros.

La carretera de Omaña entre Rioscuro y El Villar de Santiago superó el mes sin poderse circular por ella, debido a varios derrumbes de tierra y piedras (argayos), uno especialmente que se llevó un muro de contención, y con él la carretera.

La vía exterior de la estación del FFCC PV en Villablino quedó el aire al llevarse el río Sil el muro de contención y el terreno bajo las vías.

La térmica de MSP en Villablino, en la zona de la estación, se vio totalmente inundada por el Sil. El puente de hierro frente a Rabanal, que da entrada al túnel de Las Rozas, perdió la pilastra central arrastrada por las aguas del río de Caboalles. Y los trabajos de construcción del embalse de Las Rozas, iniciados ese mismo año, se debieron suspender durante bastante tiempo.

Cuenca del Sil abajo, los destrozos en vías y carreteras fueron cuantiosos hasta el Páramo. En Cuevas, el puente que unía el pueblo con la estación se lo llevó el río. En el río de Matalavilla, el puente de madera de Las Vargas sucumbió al empuje del agua dejando a Salentinos aislado por varios días. Más abajo incluso se cortaron las comunicaciones con Galicia por daños en carreteras y ferrocarril.

Fábricas, puentes...

En Rabanal, un puente, el de 'La Matona', 200 metros de camino y la cooperativa lechera se fueron al garete por el empuje fluvial. En Villaseca desapareció el matadero municipal y la carpintería de madera de MSP, esta última por un arrastre de tierras. Además varias casas debieron ser desalojadas por temor a una tragedia. En Sosas dos puentes de madera del pueblo desaparecieron y lo mismo le ocurrió a otro en Robles.

En Villablino la reguera de Las Rapiqueras después de un atasque por maleza, al reventar dejó la parte alta del pueblo, Plaza de Sierra Pambley y alrededores, con un alfombrado de más de 80 centímetros de barro y piedras. Y una cárcava en La Vega profunda y ancha, que semejaba un cañón, dicen las crónicas “que semejante al del Colorado”, aunque la verdad es que suena algo exagerado.

El valor de la prensa: 'La Montaña Leonesa'

La gran mayoría de los datos recogidos corresponden al periódico local de Villablino 'La Montaña Leonesa', en el nº 31 de 28 de enero de 1960, que en un amplio reportaje con hasta 10 fotografías elabora la información sobre la riada. También se recogen algunos datos en el periódico provincial del movimiento, Proa, pero este centra más sus informaciones en la situación general de la provincia de León asolada por inundaciones, especialmente en la cuenca del Sil.

En las actas municipales de los plenos hay una escueta mención en el pleno de 31 de diciembre de 1959: “Balance de daños en carreteras, caminos, abastecimientos de aguas, saneamientos, puentes, se acuerda tomar medidas para el más pronto restablecimiento de los servicios”, Sin evaluar costes.

Sobreponerse sin ayuda

Lo cierto es que la ayuda exterior tardó en llegar más de un mes y todos los trabajos de restablecimiento de las comunicaciones con Babia y el Bierzo corrieron a cargo del Ayuntamiento y de la MSP. La de Omaña la reparó después de más un mes el Ministerio.

Resulta difícil comprender a día de hoy cómo nuestros padres y abuelos afrontaron esas circunstancias tan adversas sin perder la compostura, ni hacer de ello un drama o una tragedia. Por ejemplo, por aquel entonces solo Villablino, Villaseca y Caboalles de Abajo tenían apenas unas decenas de teléfonos particulares. Villager disponía de uno público y el resto de pueblos esperaban ansiosos esa señal de progreso, lo mismo que un alumbrado público decente o un servicio de aguas domiciliario, del que carecían Orallo, El Villar, Sosas, Caboalles de Arriba, los dos Rabanales y Llamas.

Solo por poner un ejemplo de algunas de las carencias más elementales de la vida cotidiana. Peso a ello, el registro civil de Villablino de los 15 días anteriores al 28 de enero, recogió 41 nacimientos, 7 defunciones y 3 matrimonios.

Esas gentes que así obraban y vivían se fiaban del refranero popular para acometer sus labores más cotidianas, agrícolas y ganaderas principalmente. Existe un amplio muestrario en la zona del alto Sil, que se repiten en muchos casos con los de otras áreas geográficas, y otros son específicos de estas latitudes.

Habrá nieve si aúlla el viento en La Devesa

Además en localidades concretas, el comportamiento del aire o los vientos y el ruido que provocan eran considerados premonitorios de fenómenos meteorológicos. Uno de estos casos se da en Caboalles de Abajo, donde si aúlla el viento en La Devesa es señal fija de nieve. También el comportamiento de los animales se utilizaba para predecir el tiempo.

Son maravillosas cosas de antaño que hoy son difíciles de comprender, acostumbrados a cosas como consultar el teléfono móvil o atender un tanto a la televisión para disponer de una certera previsión meteorológicas para al menos una semana, y cada vez más certeras. Aunque la naturaleza, eso sí, sigue demostrando el mismo poder.

La gran riada de 1846 en Maragatería y La Cepeda

Más atrás en el tiempo, esta última racha de dañinos temporales en León ha refrescado la memoria de otro episodio histórico vivido sobre todo en las comarcas de Maragatería y La Cepeda en 1846, que ha publicado Astorgaredaccion.com, redactado por Guillermo Carrizo Valcarce. En aquellos días 11 y 12 de septiembre de 1846 un gran diluvio asoló los campos y el caudal de los ríos creció tanto que se llevó por delante la vida de muchas personas, sembrando la destrucción.

Durante dos interminables días llovió y granizó con tanta fuerza en las comarcas del centro y el sur de León que el caudal de los ríos aumentó de forma brusca. Especialmente castigadas por la crecida del río Jerga fueron las poblaciones maragatas de Castrillo de los Polvazares y Murias de Rechivaldo. En esta última perecerían ahogadas tres vecinas de la localidad, homenajeadas en un monolito conmemorativo inaugurado en el año 2009. Así mismo, varias viviendas fueron destruidas, otras resultaron muy dañadas y los campos quedaron asolados.

En medio de la desolación también hubo lugar para un auténtico milagro. Un niño pequeño que había sido arrastrado por el agua desde Murias de Rechivaldo pudo ser rescatado sano y salvo a la altura de Riego de la Vega.

No obstante, el lugar que sufrió con mayor intensidad los efectos de la gran tormenta fue Cogorderos. Esta apacible localidad cepedana fue literalmente destruida por la riada. Tal altura alcanzó el agua que los vecinos no tuvieron otra salida que subirse a los tejados de sus casas para intentar salvar la vida. Antonino García Álvarez, eminente poeta de Antoñán el Valle, quedó tan impactado por lo ocurrido que dejó constancia de los hechos en uno de sus poemas:

“Cien pueblos inundó el agua

Y entre ellos fue Cogorderos

Llevando casas y bueyes

Ovejas, cabras y cerdos

Pasan de veinte personas

Las que ahogadas perecieron

Y las que vivas quedaron

Al campo a vivir se fueron“.

El supersticioso poeta – que desempeñaba el cargo de párroco en Quintanilla del Valle – interpretó esta tormenta como un castigo divino por los pecados de los hombres. No era el único, puesto que alguno de los vecinos de los pueblos afectados llegó a creer que estaba teniente lugar el segundo diluvio universal.

Sea como fuere, los efectos de la tormenta y de la riada fueron dramáticos para las comarcas de la Cepeda y la Maragatería, pudiendo considerarse a las mismas como el mayor desastre de este tipo en la historia reciente.

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