La vaca Mantequera Leonesa, un sueño que creó un emporio, se extinguió y busca reflotar la Montaña de León

Algunos ejemplares de Mantequera Leonesa pastando en extensivo.

Carlos J. Domínguez

La escena es la siguiente: la actriz Audrey Hepburn, con su habitual aspecto frágil y divertido, vestida de negro y tocada con un pañuelo, visita en 1966 el Madrid que va dejando la posguerra atrás y ahora atrae por su tipismo a las grandes estrellas de Hollywood. El fotógrafo Gianni Ferrari consigue el permiso de la diva para acompañarla y en uno de los comercios más selectos, en Alcalá, 21, ella se gira y se frota levemente la comisura de los labios. El fotógrafo dispara. Este es el resultado. Detrás se aprecia el cartel de la tienda de lujo. Se llama Mantequerías Leonesas. La “cara con ángel” queda inmortalizada para siempre. Y también para siempre aquel negocio.

Ese establecimiento era la rama comercial de un éxito ganadero y fabril que hoy casi parece que fue un sueño, del que casi nada queda más que la historia, muy bien documentada por Víctor del Reguero en su libro 'Madrid, aquel comercio'.

Aquel sueño había nacido en la provincia de León, en la comarca de Laciana, en el municipio de Villablino, en la localidad de Villager a finales del siglo XIX. Se fraguó sobre vacas. Unas vacas únicas en el mundo. Ejemplares autóctonos que ofrecían, en su extraordinariamente grasa leche, la base de la mejor nata y una mantequilla sin rival.

Era un producto único por su calidad insuperable, tanta que desplazó a las mejores marcas francesas y que se vendía en tiendas gourmet en lujosas cajas de hojalata que pocos sueldos podían permitirse. Nadie vaticinaba entonces, en pleno apogeo empresarial, que aquel comercio, aquella mantequilla y aquella raza extraordinaria prácticamente se extinguirían. Y que bien entrado el siglo XXI se está comenzando a reescribir una historia que busca el viejo éxito perdido, recuperando las vacas de Mantequera Leonesa como palanca de éxito del maltrecho mundo rural leonés, especialmente de la Montaña de León.

El pionero

La manteca que se ufanaba de apellidarse “leonesa” fue, a comienzos del siglo XX, una obra atribuible a Marcelino Rubio. Él convirtió en un emporio empresarial el oficio de lechero heredado de su padre y su suegro, arropado además por el avanzado espíritu educativo siempre innovador, librepensador y republicano de las Escuelas de Sierra-Pambley recién abiertas en Villablino. Leche blanca que comenzó a rivalizar en riqueza con la negra tierra minera.

Su existencia estuvo ligada a una raza leonesa de vacuno que se asentaba en la vertiente sur de la Cordillera Cantábrica. Fue crucial también la intervención de los profesores de la Escuela Sierra Pambley, Ventura y Juan Alvarado, que defendieron y demostraron el potencial de un linaje que daba la leche de más abundante y más alta calidad de grasa, jamás igualada.

Manteca sin igual ni “en el extranjero”

Consta que en 1923 Marcelino Rubio llevó desde Villager de Laciana al mercado y concurso ganadero de Riaño un lote de Mantequera Leonesa, aún ni siquiera llamada así. Y “causaron una gratísima sorpresa”. Se las pudo ordeñar entre 9 y 14 litros, cifra normal, pero “el porcentaje de manteca extraído era una barbaridad”, firmó por escrito la Junta Provincial de Ganaderos de León y recoge este activo blog sobre campo: “Semejante porcentaje de manteca no se ha obtenido en ninguna otra provincia de España ni del extranjero”.

Había nacido una estrella, que ya tenía sucursales de lujo, en forma de tiendas modernas, en el Madrid de más nivel social y económico. Pero en la Laciana de origen esa manteca impulsó también actividades y riqueza: con maquinaria importada nació primero la Cooperativa Laceaniega, de la que podían ser miembros los vecinos, fueran o no ganaderos. Después vinieron la Escuela Láctea de Villablino, una granja para la mejora de la raza vacuna, y otras pequeñas productoras más artesanales.

El descalabro comercial: Galerías Preciados y Rumasa

Toda la mantequilla, incluso quesos que se curaban en cuevas en Cabrales y nada tenían que envidiar a los de aquella conocida denominación asturiana, acabaron sumando una enorme producción derivada a través de una red de tiendas que también se abrieron con los años en Barcelona y muchos puntos selectos, bajo la marca de Mantequerías Leonesas.

Ya tras la Guerra Civil, y gracias al empuje de uno de los pocos hijos que sobrevivieron a la contienda, César Rubio, se completó el emporio comercial. Pero tuvo un abrupto final en los años 80: la empresa resultó engullida por Galerías Preciados y el entramado de la Rumasa de Ruiz Mateos. Es conocida la abrupta caída de ambos.

Parecido declive fue atacando a la valiosa casta autóctona Mantequera. En 1933 León sumaba oficialmente 23 fábricas de manteca y queso, con 53 obreros y 4,6 millones de litros de leche procesada. Era una gran industria aunque estuviera repartida entre muchas localidades de varias comarcas. Asentaba familias, daba dinero y, además, de manera cooperativa e igualitaria.

Se impusieron las razas holandesas y suizas a las 'del país'

Pero desde el primer tercio del siglo XX, el aumento de demanda de carne y leche para las grandes ciudades promovió cruces e intentos de mejora bovina. Dejó de pagarse la leche por su riqueza y potencial de grasa, donde la mantequera era imbatible, y sólo primaba el líquido sin más.

Por eso, las políticas ganaderas se dirigieron a imponer poco a poco la holandesa frisona, o incluso se cruzó la llamada 'vaca del país' con ganado suizo como la parda-alpina. No sólo daba más lácteo: también más carne y, además, ayudaban con su fuerza en el trabajo en el campo, algo vital antes del tiempo de los tractores.

No fue la única puntilla para la estirpe indígena. Algunos estudios cifran en 40.000 cabezas las que sobrevivían en los años 60, de las 100.000 en torno a 1925. Claro que todavía había vida en los pueblos, antes del estallido de la emigración. Contra su adiós lucho durante años José María Hidalgo Chapado, el veterinario de Riello, que en la década de los años 50 atendía a las zonas de Riello, Valdesamario y La Lomba, sabedor del alto valor de su grasa en la leche.

Práctica defunción en 1979

Su declive debió ser fulgurante. Tras la caída del régimen franquista, en el Catálogo de Razas Autóctonas de España, publicado en 1979 por Ministerio de Agricultura, la Mantequera Leonesa se dio por desaparecida. Se acabó el tiempo de las vacas gordas, la raza leonesa, exclusiva, única, dejó de ser ordeñada. Prácticamente se olvidó.

Pero quedaba una leve esperanza. En 1990, en la Guía de Campo de las Razas Autóctonas de España, de García Dory y otros autores, se certificaba la práctica extinción de aquellos animales que tanta riqueza llegaron a crear. Escribieron que quedaban “algunas decenas de ejemplares en las montañas próximas a Murias de Paredes, en la provincia de León, así como en el valle del Caurel y Ancares de Lugo”.

Renacer en el mismo lugar

Bien entrado el siglo XXI, hace escasos días tuvo lugar un pequeño hito en esta historia. Ocurrió nuevamente en Villablino. Allí el presidente de la Diputación de León, Eduardo Morán, firmaba un convenio que otorga 270.000 euros a una asociación en nombre explica su titánica labor:

Asociación para la Recuperación de la Raza Bovina Mantequera Leonesa, nacida en 2014 y que preside Benedicto González.

Aunque se explica oficialmente que la subvención, otorgada de manera directa -algo poco habitual- es para trabajos en los años 2022, 2023 y 204, lo cierto es que gran parte del esfuerzo inicial está hecho ya y el dinero ayudará a sufragar lo ya ejecutado. Porque desde hace varios ejercicios está en marcha ya el trabajo de campo.

La 'resurrección' de la Mantequera comenzó en el año 2013, en el Centro de Selección y Reproducción Animal (Censyra) que la Junta de Castilla y León tiene en Villaquilambre. Sin embargo, el llamado “núcleo fundacional” se testa en la localidad de Boñar, donde buscan “obtener machos reproductores que vuelven a las ganaderías para que vayan haciendo de sementales y vayan formando, poco a poco, una población”, explica Luis Fernando de la Fuente, catedrático de Mejora Genética Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de León.

La resistencia pura: 20 vacas y algún semental

Aunque hay unos 400 animales registrados, el núcleo duro son unas 20 vacas con recría y algún semental. La 'resistencia', con lo que esa raza fue.

En la recuperación de su ADN está la esperanza, bien fundada, de recuperar el árbol genealógico. Una labor en la que, con este convenio y apoyo económico provincial, personalmente se ha empeñado el vicepresidente de la Diputación para El Bierzo y responsable de Transición Ecológica, Alider Presa. Él tiene en mente los escenarios de este resurgimiento: Laciana, Bierzo Oeste, Bierzo Alto, La Robla y Montaña Oriental. No parece casual que sean todos territorios donde el cierre total de la minería de carbón y las centrales térmicas hayan dejado un agujero negro que la blanca leche podría tratar de endulzar.

El objetivo final es que un informe demuestre que existen animales que pertenecen a ella y, no menos importante, que hay ganaderos dispuestos a criarlas para que se perpetúen. Sólo así se podrá conseguir, esperan que mínimo en tres años, aunque podrían ser bastantes más, volver a inscribir a la Mantequera Leonesa en el Catálogo Oficial de Razas de España.

Una DO o una IGP, con empresas expectantes

Luego quedará, como detalló en Laciana el presidente Morán, “criar una raza autóctona con moderada muscularidad y con la capacidad material y la rusticidad suficientes para criar y cebar un ternero en el campo hasta los ocho o nueve meses como producto final, que pueda certificarse bajo una marca de calidad con reconocimiento internacional, tipo Denominación de Origen o Indicación Geográfica Protegida”.

Con ese gran valor añadido, y más en tiempos en que la ganadería intensiva de macrogranjas está bajo todas las críticas, el paso de la cría a la explotación, y de ésta a la industria de la transformación, será generador de nueva riqueza para León. “Hay empresas concretas, como Coladilla, interesadas en esa leche y esa manteca para hacer ciertos productos de alta calidad”, explica el líder de Ugal-UPA, Matías Llorente.

La comercialización de una carne verdaderamente especial, de un animal alimentado sólo de pasto sin pasar por el cebadero, es otra de las patas de un proyecto que, por si faltaba algo, quiere llegar desde una explotación natural y en extensivo a “generar de actividad económica sostenible, fijar población en el medio rural y conservar el medio ambiente y prevenir incendios forestales”. Porque la calidad natural del campo depende de la actividad tradicional.

El éxito de revivir tiene muchas caras

Que el fruto de una simple vaca puede dejar con la boca abierta a una actriz del olimpo del cine ya se demostró posible. Pero es que, además, la parte de artesanía industrial que suponía la Mantequera Leonesa y el aprovechamiento de su densa leche puede dejar aún anonadado a cualquiera.

Hoy en día se puede cualquiera acercar a conocer cómo fue por dentro una lechería de entonces, fundada en 1920 en facendera, con todos los vecinos arrimando el hombro colaborativamente. Es la única mantequería hidráulica visitable en España de lo que fue un rico entramado en el siglo XX aunque, como es lógico, allí ya hace décadas que nada se puede fabricar.

La lechería La Popular está en Sosas de Laciana y también fue posible gracias al empeño de la familia Sierra-Pambley. Aunque cerró en 1968, los nuevos tiempos demuestran que aún tiene vida que ofrecer.

Primero, porque el proyecto de reforma de la Junta Vecinal se ha convertido en un reclamo turístico de primer orden, exponiendo casi todas las piezas originales, de metal o de madera. Segundo, porque el proyecto se completa con la llamada Ruta de La Lechería por los maravillosos entornos de Sosas, de unas dos horas de duración.

También se puede comprar in situ y hasta online un remedo de aquel producto mítico, “inspirado” en la vieja y pura mantequilla aunque ya con procesos industriales y sin la grasa de la raza Mantequera entre sus ingredientes.

Eso no quita que una vaca, un producto y un proyecto puedan con el tiempo recuperar valores de siempre y generar nuevas oportunidades en lugares atacados por la despoblación y la falta de oportunidades. Muchas de esas oportunidades aún están por renacer casi de la nada. Como la propia raza, que se dio por perdida. Y ha vuelto.

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