La respuesta social cuando toca navegar la segunda ola del coronavirus en un mar de contradicciones

Imagen de un ciudadano en Ponferrada durante el proceso de desescalada. / César Sánchez / ICAL

César Fernández

La primera ola vino de repente. Arrasó las calles. Y de la noche a la mañana (casi literalmente), la población se vio recluida en casa. Luego le pautaron las primeras salidas. Más tarde le animaron a reactivar la economía. La segunda ola ya se vio venir. Su impacto ha sido progresivo, como las medidas para atajarla. La ciudadanía fue sujeto pasivo en primavera. Ahora, en otoño, su responsabilidad está en el centro del debate. Se mueve en un mar de contradicciones. Vuelven a decirle que se quede en casa mientras buena parte de esa economía que tenía que reactivar estaba abierta. Como los virus, la respuesta social a la crisis sanitaria ha mutado.

“La falta de libertad es fácil de cumplir. La reclusión es un remedio simple”, dice como premisa de partida el Defensor de la Comunidad Universitaria de la Universidad de León (ULE), Paulino César Pardo. La situación actual, contrasta este profesor de Derecho Eclesiástico del Estado, “exige consciencia, cooperación, altruismo, respeto, cuidado o desembolsos económicos particulares y públicos”. Y la población tiene que asumir esa responsabilidad mientras le sobrevuelan mensajes políticos cruzados. “Parece que cualquier cosa vale con fines partidistas”, lamenta la profesora de Sociología y directora del Área Social de la ULE Adelina Rodríguez al reflejar la paradoja de instar a la población a autoconfinarse a finales de octubre, en la víspera de un puente festivo y con los centros comerciales abiertos.

Pardo y Rodríguez coinciden en que falta liderazgo político. En lugar de asumir la responsabilidad, se delega en la ciudadanía. “Se culpabiliza a la víctima. Y no hay autocrítica”, advierte la profesora de Sociología, que admite que el sistema sanitario pudo verse “sorprendido” en marzo, pero denuncia que ha llegado “más debilitado” al otoño “cuando ya se sabía que la segunda ola iba a venir”. “Hay países desarrollados que han conseguido grandes resultados”, aporta el docente de Derecho para poner el foco en uno de similar población, pero incluso más concentrada, como Corea del Sur, que apenas supera los 25.000 casos y no llega a las 500 muertes (no muy lejos de los datos de un solo día en España).

Una sucesión de globos sonda

“Los técnicos seguro que saben explicar la diferencia. Parece que son la mayoría de gestores quienes no saben o no quieren verla y ponerla en práctica”, señala Pardo. El caso es que la ciudadanía cada día se desayuna con un escenario diferente. Se suceden los globos sonda. Y esta vez no se trata de subir o bajar impuestos, sino de decisiones de efecto inmediato en la salud pública. “El problema no es tanto lanzar globos sonda, sino no hacer lo que saben que tienen que hacer”, añade. Los científicos y los sanitarios “sí alertaron de la segunda ola”. “Pero parece que dejarse asesorar por criterios científicos es menos importante que lo que nos cuentan luego en el telediario”, abunda Rodríguez.

Muchos discursos políticos no tardaron en atribuir los rebrotes al carácter latino de los españoles. No he visto en mi vida a nadie más latino que a uno de Amsterdam y a otro de Baviera que conocí cuando estuve de Erasmus, ironiza el Defensor de la Comunidad Universitaria de la ULE Paulino César Pardo al añadir que los leoneses no responden al tópico

Superada la desescalada, la segunda ola llegó a España antes que a otros países. Muchos discursos políticos no tardaron en atribuir esta circunstancia al “carácter latino”. “No he visto en mi vida a nadie más latino que a uno de Amsterdam y a otro de Baviera que conocí cuando estuve de Erasmus”, ironiza el Defensor de la Comunidad Universitaria al sostener que los leoneses “no responden al tópico”. “Pero sin duda”, opone, “hay un 'modo latino' en responsables, de León y fuera de León, de gestionar los transportes públicos, donde hasta se inauguraron hidrogeles, unas facultades dentro de la universidad o los centros de trabajo”.

Los discursos reduccionistas en ámbitos políticos e informativos ante un problema complejo también corren el riesgo de caer en la criminalización de ciertos sectores sociales y económicos, incluso a veces a la hora de señalar casi con nombres y apellidos el origen de los rebrotes. “Sí creo que hay una estigmatización, sobre todo hacia los jóvenes. A mí me da mucha rabia que se hable de los universitarios porque es algo que nos toca”, afirma la profesora de Sociología para apelar a la “responsabilidad” de los medios de comunicación al reflejar que “se han repetido hasta la saciedad” imágenes de fiestas en colegios mayores cuando “la mayoría de los universitarios cumplen las normas”.

“Hay una estigmatización”, añade la docente, “incluso hacia aquellas personas que han tenido la enfermedad o que se encuentran confinadas porque han tenido contacto con pacientes. Y eso me parece peligroso porque llegaremos a lo que se hacía en la Edad Media con la gente que tenía lepra o enfermedades infecciosas. Y ahí volvemos a los gestores políticos, que inciden mucho en las ruedas de prensa, pero además los medios de comunicación, la televisión especialmente, tienen una responsabilidad. Una imagen repetida mil veces puede hacer parecer que todos los jóvenes hacen fiestas todos los días”.

La polémica por los datos diarios ha acabado siendo fuente de disputa política. A juicio de la profesora de Sociología Adelina Rodríguez, la estadística debió quedar en manos de una sola fuente fiable para evitar suspicacias. No sé si en el INE, pero sí en un organismo con experiencia y credibilidad

Los debates se alargan también en cuestiones que hace tiempo deberían haber quedado zanjadas como la veracidad de los datos diarios, fuente de disputas políticas y causa de desasosiego en la ciudadanía. “Las administraciones han de respetar el principio de que los datos son de todos. Las interpretaciones, sí, son de cada cual. Ha de exigirse que contemos con fuentes fiables y abiertas y, a partir de ahí, de buenos análisis”, apunta Paulino César Pardo, que echa en falta “medios de comunicación públicos que sean de verdad independientes y capaces de tratar esos datos” sin obviar que la “precariedad” muchas veces dificulta el trabajo de los periodistas. A juicio de Adelina Rodríguez, la estadística debió quedar en manos de una sola fuente fiable para evitar suspicacias. “No sé si debió ser el INE (Instituto Nacional de Estadística), pero sí un organismo con experiencia y credibilidad”, remacha.

El 'falso' debate entre salud y economía

Otras veces se pone a la ciudanía ante dilemas que no responden a cuestiones antitéticas como el recurrente salud-economía. “Se trata de un debate falso, igual que cuando se contraponía seguridad y libertad”, ilustra Pardo, para quien “la buena salud es condición de la buena economía”. Rodríguez va más allá al remitirse al juicio de los expertos que invitan a fortalecer el sistema sanitario habida cuenta de que la presión asistencial es el principal baremo a la hora de establecer las restricciones. Y, en ese escenario, podría llegar a cribar el problema y “sólo confinar a personas con síntomas o posibles enfermos” frente a la cuarentena generalizada de la población.

Con una perspectiva más de fondo, la crisis sanitaria del coronavirus ha puesto en evidencia la debilidad de la estructura económica de un país acostumbrado a los monocultivos con buena parte de la provincia a la deriva tras el cierre de las minas de carbón y las centrales térmicas. España pareció acelerar la desescalada para salvar la temporada de turismo de verano. “No sé si corrimos o no, pero lo que sí nos debe enseñar la situación es que tenemos que diversificar más la economía”, plantea la profesora de Sociología. “El turismo es una fórmula productiva muy poco firme”, advierte su colega de Derecho al reproducir el argumento de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, según el cual habría que reorientar los esfuerzos hacia “una sociedad de conocimiento, capaz de producir bienes de alto valor económico”.

Además de la estructura económica, la pandemia ha puesto en solfa el modelo español de descentralización administrativa con las competencias de Sanidad en manos de las comunidades autónomas, que dan recetas distintas para combatir un mismo virus. ¿Puede resultar este episodio más dañino para el modelo autonómico que las tradicionales reivindicaciones identitarias? Los dos profesores aluden al sistema político alemán. “Alemania es un Estado federal. Pero lo que dice Angela Merkel va a misa”, responde Rodríguez, sin dejar de alertar del rebrote con la crisis sanitaria de un “nacionalismo madrileño”: “Y si desde otras regiones se hubieran dicho las cosas que se han dicho desde Madrid, todos estaríamos alarmados”. Pardo distingue entre competencias y gestores tras insistir en que el modelo español se mira en el espejo del alemán, que ha sido “ejemplar” en la lucha contra la pandemia: “No parece ser el mapa competencial el problema, sino quienes están detrás de la gestión de esas competencias”.

La pandemia ha puesto en solfa el modelo de descentralización administrativa español con las comunidades autónomas dando distintas recetas frente a un mismo virus. No parece ser el mapa competencial el problema, sino quienes están detrás de la gestión, dice Paulino César Pardo

Llevado este debate al terreno provincial, el caso es que las mociones autonomistas, que brotaron a finales del pasado año y se aletargaron obligadamente con el primer estado de alarma, cogieron vuelo hasta vivir una segunda ola en la desescalada. ¿Puede la situación avivar otros sentimientos territoriales por una sensación de agravio comparativo también en la gestión de los recursos sanitarios? “Creo que sería una manera burda de eludir las responsabilidades de cada uno: una manera de utilizar cualquier situación para decir qué hay de lo mío”, responde Adelina Rodríguez, mientras Paulino César Pardo cree que “sobran banderas y faltan razones”. “Más Voltaire y menos trapos para tapar vergüenzas”, apostilla.

En cualquier caso, la crisis sanitaria ha generado un caldo de cultivo para ciertas movilizaciones como la producida el pasado 1 de noviembre en el centro de León. “Estas circunstancias son las idóneas para aquellos que, aprovechando la democracia, pretenden llegar a otro tipo de sistemas políticas. Me hace gracia porque utilizan el nombre de libertad y la democracia con otros fines que no son ni la libertad ni la democracia”, dice la docente para analizar lo ocurrido como “algo esperado” porque “el conformismo total no existe” y en toda sociedad subyace una “violencia estructural” sin ocultar su preocupación por un posible rédito político de estas movilizaciones.

Pardo cree una “respuesta muy simplista” la de adjudicar etiquetas a los convocantes, a los que se les endosaron desde el marchamo de ultraderechistas hasta el de ultraizquierdistas. “Ser de izquierdas me parece que es muy difícil. Pero ser de ultraizquierda debe de exigir casi un sacerdocio. Veo muy difícil que lo sean estas personas”, advierte para sugerir un posible “origen variopinto” en el que tengan más que ver situaciones personales o familiares derivadas de esta crisis. “No creo que tenga una filiación política; otra cosa es que se pueda utilizar políticamente lo que está ocurriendo”, concluye.

¿Síndrome de fatiga de la pandemia o de la gestión?

La consejera de Sanidad de la Junta de Castilla y León, Verónica Casado, atribuyó lo ocurrido en León y otras ciudades a un síndrome al que expertos de la OMS (Organización Mundial de la Salud) ya le han puesto nombre y apellido: “fatiga pandémica”. “No sé si llamarle síndrome; sí hay hartazgo, pero más que hacia la propia pandemia, yo diría que más hacia la gestión”, entiende Rodríguez. Más allá de las palabras, la realidad es que el paro está desbocado si se suma a los afectados por ERTEs (Expedientes de Regulación Temporal de Empleo). “Y puede haber como un 30% de la población que no sabe qué va a ser de ellos pasado mañana”, ilustra Pardo.

Ahora que la crisis sanitaria vuelve a agudizarse, los líderes políticos regresan al 'prime time' televisivo, donde el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, instó a los medios de comunicación a desterrar de sus titulares la expresión 'toque de queda' y sustituirla por 'restricción de movilidad nocturna' por ser “más contemporánea” en el contexto de un discurso en el que apeló nuevamente a conceptos como “la moral de victoria”. “El lenguaje hoy se ha convertido en un objeto de consumo. Nos dan unas palabras que sirven para entretenernos un día. Pero también sirve para construir el pensamiento. Y se utilizan términos que, por ser eufemísticos o crípticos, desenfocan el diálogo”, opina Pardo.

Si en primavera el objetivo era salvar la temporada turística de verano, ahora parecen tomarse medidas para minimizar los daños a la de Navidad. Pero se habla de salvar la campaña de consumo dando ya por hecho que las familias no podrán reunirse, apunta Adelina Rodríguez

Las contradicciones están a la orden del día. A una orden le sigue una contraorden, como sucedió con el confinamiento perimetral que apenas duró unas horas en Ponferrada por la inmediata aplicación del toque de queda. La confusión, que llega a todas las escalas de edades, puede agravarse en el caso de personas mayores. “Y la soledad a la que quedan sometidas les va a pasar factura”, advierte Rodríguez, al tiempo que Pardo alerta del “miedo por lo que escuchan, pero también por lo que perciben” al quebrarse las rutinas de control médico a las que estaban sometidas.

Los paralelismos entre las dos olas también están servidos. Si en primavera el objetivo era salvar la temporada turística, ahora se ponen medidas sobre la mesa para minimizar los daños con la vista puesta en la Navidad. “Pero se habla de salvar campaña de consumo dando ya por hecho que las familias no podrán reunirse”, contrasta Adelina Rodríguez. Mientras unas administraciones instan a la población a quedarse en casa, otras (fundamentalmente las locales) han dispuesto bonos de consumo para reactivar la economía. Y así no es raro que a veces la gente que sale de casa acabe sorprendiéndose de la cantidad de ciudadanos que hay en la calle sin reparar en su propia paradoja.

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