Adelantados al teletrabajo: los que descubrieron que la distancia no importa antes del coronavirus

Juan Antonio Pascual y Saray Arias, en Ponferrada, donde teletrabajan desde 2019.

César Fernández

Juan Antonio Pascual ni siquiera conocía el botillo cuando a finales de 2019 le bastó con vender una plaza de garaje en el centro de Madrid para comprarse un piso en Ponferrada. Saray Arias soñaba apenas unos meses antes con poder experimentar siempre que quisiera la sensación de tener la naturaleza a sus pies en la viña familiar de Villalibre de la Jurisdicción (Priaranza del Bierzo) cuando su empresa en Nuremberg (Alemania) le propuso teletrabajar desde su comarca de origen, a casi 2.000 kilómetros de distancia. Sin saberlo, Pascual y Arias iniciaron antes de la pandemia un camino que otros muchos están recorriendo ahora que un virus ha cambiado las relaciones laborales y sociales en el mundo.

“Yo en Ponferrada vivo y en Madrid vivía para trabajar”, resume Juan Antonio Pascual, un madrileño afiliado por cuenta propia como asesor empresarial, bursátil e inmobiliario. Cansado de jornadas interminables, adobadas recurrentemente de comidas y cenas de trabajo, un día se plantó para preguntarse: “¿Tanto estrés te merece la pena?”. Se respondió que no; se puso a buscar sitios fuera de la capital; se apuntó nombres como Plasencia (Cáceres), Puertollano (Ciudad Real) o Benavente (Zamora); y se decantó por Ponferrada sin tener ningún vínculo familiar ni haber estado jamás. “Y ahora tengo muy claro que aquí nos vamos a quedar a vivir”, sentencia.

Yo en Ponferrada vivo y en Madrid vivía para trabajar, resume Juan Antonio Pascual, un madrileño afiliado por cuenta propia como asesor empresarial, bursátil e inmobiliario que un día se preguntó si tanto estrés le merecía la pena. Se respondió que no y se fue a la capital del Bierzo sin ni siquiera conocer el botillo

Con una hija de nueve años y agobiada por estar en el paro en una comarca sin horizontes, Saray Arias hizo en 2016 el viaje que muchos compatriotas realizaron en las décadas de los sesenta y los setenta: se fue a Alemania. Con el título de Turismo y dominio del inglés, se instaló primero en la sección de deportes digitales de una empresa subcontratada por Adidas. Ahí se fue formando paralelamente en cuestiones de asistencia informática que ahora son su hábitat en una compañía de software en el entorno de Nuremberg. Lejos de su hija y con otro en camino, le dijo a su empresa que quería regresar al Bierzo. Y, un año antes de que la pandemia instituyera por la vía de los hechos el teletrabajo, la respuesta fue poder ejercer a distancia con visitas puntuales a Alemania.

Muchos beneficios y apenas peros

Pascual ha encontrado un hogar y Arias se ha reencontrado con su tierra. El primero enumera una larga lista de beneficios en la que apenas salen peros. “Aquí tengo prácticamente todos los servicios”, presume sin dejar de admitir que al principio echaba de menos ir al WiZink Center para ver los partidos del Real Madrid de baloncesto, al que acompañaba incluso en las Final Four por distintos puntos de Europa. La final de la Champions League de 2016 entre el Real Madrid y el Atlético unió a la segunda con su actual pareja, Sergio Escribano. La vieron en el Centro Gallego de Nuremberg, epicentro de la emigración española de mediados de siglo XX y refugio de sus hijos y nietos en el XXI. Del choque de emociones (él madridista y ella atlética) en una noche resuelta a favor de los blancos en los penaltis surgió el amor. Ingeniero mecánico, Escribano trabajaba en una planta potabilizadora. Y su empresa 'empató' las condiciones a las de Arias para permitirle trabajar a distancia siempre que pasara en Alemania una semana al mes. Hasta que llegó la pandemia y cortó la movilidad.

Con una hija de nueve años y agobiada por estar en el paro en una comarca sin expectativas, Saray Arias se fue en 2016 a Alemania. Con otro niño en camino, le dijo a su empresa que se volvía al Bierzo. Y la compañía le ofreció trabajar a distancia con visitas puntuales a Nuremberg

Cambiar una capital por una ciudad de provincias supone girar 180 grados relaciones como las de vecindad. “Aquí en apenas seis meses ya le dimos las llaves de casa a la vecina de al lado, mientras viviendo diez años en Madrid, en Príncipe Pío, no pasamos del 'buenos días'”, ilustra Juan Antonio Pascual, que extiende esa sensación al trato con los funcionarios: “En Madrid vas a la Agencia Tributaria y te miran como si fueras un gusanillo; y aquí vas a la Tesorería de la Seguridad Social y lo hacen como si fueras su amigo”.

Cambiar Nuremberg por Ponferrada también tiene ventajas. “Allí tardaba una hora y media para ir a trabajar y aquí tardo siete minutos andando”, dice Arias, que aprovecha con su pareja un ático para así separar los ámbitos laboral y familiar, frecuentemente entrelazados con el trabajo remoto. No es el único punto a favor: “Tengo mucha mejor conexión a internet en Ponferrada que en la sede central de mi empresa”. ¿Son todo bondades ahora que el teletrabajo puede ser un yacimiento para territorios ávidos de alternativas? “No”, responde en tono reivindicativo al tachar de “sangrantes” las conexiones con ciudades con aeropuerto, lo que les hace perder dos días cada vez que tienen que viajar a Alemania.

En Madrid vas a la Agencia Tributaria y te miran como si fueras un gusanillo; y aquí vas a la Tesorería de la Seguridad Social y lo hacen como si fueras su amigo, dice Juan Antonio Pascual, tan encantado de la zona que se ha comprado una segunda residencia en Palacios del Sil

Sin coche ni carné de conducir, Juan Antonio Pascual también ha notado el hándicap de las comunicaciones, si bien en este caso no afecta tanto a su trabajo como a su horizonte vital. Tan satisfechos están de su nueva tierra que él y su mujer alquilaron en verano una casa en Bouzas y han elegido una segunda residencia en Palacios del Sil. Y nada más hay dos conexiones al día en el autobús entre Ponferrada y Villablino. Acostumbrado al metro y la red de cercanías de Madrid, el cambio es en este caso a peor. “Pero nos adaptamos a lo que hay. No hay que ser tan señoritos”, admite sin eludir otra 'pega': la de una política fiscal más agresiva y con menos bonificaciones de las que tenía en la capital: “Pago muchos más impuestos aquí que en Madrid”.

Las diferencias en el coste de la vida

Claro que la diferencia se invierte de golpe en el coste de la vida. Al margen de haber podido comprar un domicilio en el barrio de las Huertas del Sacramento de Ponferrada tras haber vendido una plaza de garaje en Madrid, acostumbrado a manejarse entre números, cifra en un 44% menos los gastos de un año en la capital del Bierzo en comparación con los de la capital de España. Un caso lo ilustra a la perfección: el mismo Cutty Sark con Coca Cola que en Ponferrada le cuesta 5 euros en Madrid se eleva su precio a 13 o incluso 18 euros.

Las diferencias entre Nuremberg y Ponferrada son más de matiz. Los alquileres de los pisos salen prácticamente a pre cuando, además, en el país germano resulta más barata la factura de la luz y el gas teniendo que soportar jornadas a muchos grados bajo cero. “Pero si allí sales un día de vinos, luego tienes que comer arroz toda la semana”, ríe Saray Arias, a la que la experiencia de emigrante le hizo tomar consciencia de que el acogimiento de la sociedad española “igual no se hizo bien” a la llegada de mujeres latinoamericanas que dejaban sus hijos al otro lado del charco en los años de bonanza económica.

Saray disfruta en Ponferrada de mejor conexión a internet que en la sede central de su empresa en Nuremberg. Pero cada vez que ella o su pareja tienen que viajar a Alemania pierden dos días en transbordos por la falta de conexiones fáciles con ciudades con aeropuertos

La reminiscencia del boom económico era lo único de la capital berciana que le sonaba a Juan Antonio. “Sabía algo por la Minero Siderúrgica de Ponferrada y por ser una ciudad industrial, por la importancia mineroenergética de la zona”, dice antes de posar en pleno centro, en la plaza de Julio Lazúrtegui, denominada en honor al empresario que imaginó al Bierzo como nueva Vizcaya. Poco queda de aquel auge. “Se quitó la Montaña de Carbón, pero parece que la llevamos bajo la piel”, lamenta Saray al ver “muerto” el centro de la ciudad. Ella puede hablar con perspectiva, algo que no puede hacer él, quien sí admite que “la ciudad está apagada”. “Se nota que fue mucho más”, deduce sin dejar de censurar la “centralización” en un país en el que incluso las grandes empresas que hicieron despegar al Bierzo tenían su domicilio social en Madrid.

Y es que, además de las infraestructuras de comunicación, la pujanza del terreno también resulta un factor de capital importancia ahora que grandes áreas interiores que padecen la despoblación ven el teletrabajo como una oportunidad y 'compiten' por captar esa bolsa en España. “Pero hay que ofrecer un valor añadido. Y Ponferrada se ha quedado sin oferta de ocio o de cultura. Yo fui adolescente en Ponferrada. Y no la veía como una ciudad aburrida. Había cosas para hacer y ahora no. No me extraña que la gente se vaya”, dice Saray Arias sin ocultar que barajaría desplazarse a otro lugar si no mejoran ni las comunicaciones ni el dinamismo.

¿Será el teletrabajo una vía de 'repoblar' zonas de la España vacía? Hay que ofrecer un valor añadido. Y Ponferrada hoy es una ciudad aburrida, responde Arias. Somos cuatro. No creo que sea tendencia. Es mayor la posibilidad que se ha visto abierta que los números, contesta Pascual

Juan Antonio Pascual pondera a la baja las potencialidades del teletrabajo para 'repoblar' la España vaciada. “Somos cuatro. No creo que sea una tendencia. Es mayor la posibilidad que se ha visto abierta que los números”, considera tras leer en los periódicos la noticia recurrente de las plazas sanitarias que quedan desiertas a falta de médicos dispuestos a trasladarse al Bierzo. “Si vinieran, cambiarían radicalmente de opinión”, sostiene con el convencimiento de que profesiones de ese calado gozan todavía de un 'aura' que ya se ha ido limando en las grandes ciudades.

Ellos adelantaron al calendario en un mundo que varió las relaciones laborales y sociales en marzo de 2020. Saray se trasladó a Ponferrada justo un año antes. Y ella era precisamente más recelosa al teletrabajo que su empresa. “Yo era más reticente. No lo veía factible”, dice hasta el punto de recordar que en las reuniones a distancia pedía conectar la cámara de la aplicación para propiciar un espíritu de equipo que se ha consolidado ahora con toda la plantilla trabajando desde casa. Desde entonces apenas ha tenido que viajar una vez (y pasar por cuarentena) a Alemania. Juan Antonio ha viajado alguna vez a Madrid, así como a León para hacer un trámite ante el Registro Mercantil, la única gestión administrativa que no ha podido completar desde Ponferrada sin esconder que en la capital de España habría tenido muchas más probabilidades de contagiarse de cononavirus.

Ahora Juan Antonio Pascual, que se enteró de que Luis del Olmo era de Ponferrada cuando vio su busto en una céntrica glorieta y al que sus colegas miraban con cara extrañada cuando les confió sus planes, está tan integrado en la comarca que hasta algunos domingos cambia cocido madrileño por botillo berciano. Saray Arias, que reconocía en sus amistades cierta sensación de incredulidad cuando les contó que su empresa le permitía trabajar a casi 2.000 kilómetros de distancia, puede ahora disfrutar del espectáculo visual de estar en la hoya de una comarca rodeada de montañas, en un viñedo familiar al que su hermano le ha sacado jugo en forma de vino 'Valle del Recunco'. Y así, con un mencía en la mano, la vida le brinda una nueva oportunidad en su tierra.

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