Así vacunan del coronavirus en León

La entrada al Palacio de Exposiciones para vacunarse. // Uribe

Jesús María López de Uribe

Hay días en que uno más que periodista se siente de nuevo un crío que tiene que hacer una redacción de lo que le ha pasado en el día. Este es uno de ellos. Cuando a uno le llega el turno de acudir a la vacunación masiva del coronavirus, como todos los de la cosecha del 70. Intentaré contestar tres preguntas nos hacemos todos: ¿Cuánto tardaremos en la cola? ¿Qué marca nos tocará? ¿Y nos dará fuerte o no será nada?

No se puede negar que hay un pelín de nervios. Ha llegado el día que tanto esperaba después de 15 meses evitando, no sé muy bien cómo, el contagiarse del coronavirus. Bueno, sí; no saliendo casi de casa, teletrabajando y quedando poco con los amigos. Un coñazo, vaya. Pero ha sido efectivo. He visto pocos casos cercanos, aunque he conocido dramas muy intensos por mi trabajo como periodista. Sí se han muerto familiares de amigos míos, pero en mi familia, afortunadamente no ha habido problemas.

Voy como un ciudadano más. Lo que me corresponde, vaya. Quiero transmitir a los demás lo que van a pasar. Preparo en casa mi tarjeta de la Seguridad Social (la del Sacyl) y mi carnet de identidad que es lo que piden las autoridades sanitarias autonómicas. Reviso de nuevo el horario en el móvil. Justo 160 días después de la primera vacunación en León, me toca. Por la inicial de mi primer apellido dicen las autoridades que mi horario es el de 11.30 a 12.30 horas; aunque sé que habrá mucha gente y es posible que tarde más. Pero al final, entre pitos y flautas me enredo y termino llegando al Palacio de Exposiciones de León a las once y media clavadas.

Veo, con alivio, que la cola no es excesiva. Rodea el parque que hay hacia las vías del tren, pero no llega a la avenida Doctor Fleming como me habían contado amigos la semana pasada. Me acerco a las puertas a preguntar a los miembros de Protección Civil cuál es mi cola, puesto que veo una pequeña en la puerta. “Esta es para los segundos vacunados, la grande es para la gente de los años 70”, me dicen.

Así que me acerco a la acera y pongo el cronómetro en marcha. Una paisana mayor se acerca para preguntar sobre la segunda dosis, le indico que es la cola pequeña que está pegada a una de las puertas. Anoto mentalmente que en el artículo que quiero escribir en primera persona hay que contar específicamente dos cosas: que los de segunda dosis tienen cola separada –y que deberían preguntar antes de colocarse en la larga– y que es recomendable para todos llevar una gorra o un parasol. Aunque está dando vientín, el sol cae a plomo. Algo que me confirma después el gerente de Atención Primaria de León, José Pedro Fernández: “Dile a la gente que se proteja del sol, que cae fuerte y algún desmayo ya hemos tenido que atender; que tengan en cuenta eso”.

¿Cuánto tardaré?

Llego al final de la cola que está a la altura del Centro de Regulación de Control ferroviario –el edificio que parece un cubo herrumbroso que acoge la enorme sala digital desde la que se regulan más de 1.200 kilómetros de ferrocarriles– y la fila va hasta el aparcamiento de detrás del Palacio de Exposiciones y rodea el parquecín hasta entrar por una puerta. En cuarenta minutos estamos a punto de entrar.

Para pasar el ratín, me pongo a hablar con dos chicas que están delante de mí. Comenzamos con el tiempo que vamos a echar para vacunarnos. Que si no nos viene bien, pero que al final estamos todos contentos de poder recibir la vacuna. Ha sido mucho tiempo. Esther y Blanca reconocen que “igual lleva tiempo hoy, pero más hemos estado esperando” y comenzamos a comentar cosas para pasar el rato. Y cuando entramos en el palacio, donde se está muchísimo mejor porque no te pega la solana, nos damos cuenta de que nos queda otro tanto. Han colocado a las personas en un camino de 'eses' para meter a la mayor cantidad posible dentro del tercio posterior del pabellón y salen unos pocos metros hasta llegar a la zona de las carpas de vacunación.

Una cosa curiosa es que no hay nadie para las pruebas de antígenos. Aquellas que antes de llegar la vacuna eran las reinas del Palacio de Exposiciones; y con las que se demostró, cuando se hicieron decenas de miles en un día, que cuando llegaran vacunas suficientes, la campaña de inmunización sería rápida. El 1 de marzo ya escribí yo un artículo en el que apostaba que “en tres meses estaría vacunado, al menos con la primera dosis, el 70% de las personas vacunables”. Este jueves le toca a los de 47 años y a final de mes ya estarán los de menos de cuarenta entrando por la puerta del Palacio de Exposiciones.

En el primer espacio, mientras vamos avanzando por las 'eses', de forma lenta pero continua, veo a tres conocidos: un compañero del colegio de pequeños, y dos amigas. Me extraña comprobar que con la cantidad de gente que conozco con esta profesión que tengo, sólo sean tres los que coinciden conmigo. Eso sí, todos están contentos. En poco más de media hora estamos ya fuera para entrar en la zona de vacunación.

¿Qué marca me tocará?

Todos hacemos la misma broma. Todos deseamos que nos toque la de Janssen por ser de una sola dosis y así librarte de volver dentro de un mes a pasar la cola. Aunque sabemos que es difícil, porque son las que menos hay. Mi compañera de fila, Blanca, cuenta que a su hermano le tocó la Janssen y que como no le toque a ella las bromas serán divertidas. A mí me pasa lo mismo. De hecho a mi hermano de 1971 lo vacunaron en Asturias la semana pasada con esta marca. Pero, sin embargo, yo realmente digo que me da igual; que llevo deseando que me vacunen desde que el año pasado supe que ya las estaban probando.

Ojalá se hubiera hecho antes y hubiéramos evitado los más de 80.000 muertos que hemos sufrido en España (más de 2.200 muertos sólo en la provincia de León). Al vacunar a los mayores de 70 años, que han sido más del 97% de los muertos, se comprobó que las vacunas funcionan: las muertes dejaron de producirse o se redujeron tanto que prácticamente no se notifica ninguna. Ayer mismo no la hubo en toda la autonomía: ni en León ni en Castilla.

Los datos además, indican que la cosa va como un tiro. Ya hay más de 152.000 personas con protección completa (que han recibido dos dosis o una de la de Janssen) en la provincia de León (722.000 en toda la autonomía), según los datos abiertos de la Junta de Castilla y León. Eso es un poquitín más de la tercera parte de los 453.000 habitantes en León. A día 7 de junio se habían puesto 367.814 dosis en las áreas de salud de León y el Bierzo, con lo que unas 215.000 han pasado por el pinchacín.

La provincia de León había recibido el lunes 411.055 dosis de vacunas. De ellas, la mayoría, el 71% son de Pfizer (292.305); y muy por detrás ya van Astrazeneca con 70.300 (el 17%) y Moderna, con 35.900 (el 9%). De Janssen sólo se ha recibido un 3%: 12.555. Se darán cuenta que sobran unas 44.000 vacunas de las recibidas. Pues claro, son las que hay que ir poniendo hasta que llegue una nueva remesa, y hay que conservar tantas como segundas dosis tengan que ponerse de cada una de ellas.

¿Dolerá o tendré síntomas?

Volvamos a lo de esta mañana. Llegamos al pabellón con las carpas de vacunación. Son cinco. Nos dicen que sigamos las instrucciones de los voluntarios de Protección Civil –un homenaje deberían de hacerles–, que nos ponen otra vez en ese frente a la entrada de la carpa de vacunación.

En ese momento sí hay un problemilla con una chica que se pone nerviosa, y que reubican en otra fila. El único que he visto. La única protesta y el único momento en que se ha levantado levemente el tono. Dirán que los españoles hablamos muy alto y somos incívicos. Pues es mentira. Durante la hora y veinte minutos que han tardado en vacunarnos no se ha oído una voz más alta que otra, salvo ciertos rumorines de conversaciones personales, todo ha ido en silencio y con disciplina cívica ejemplar.

Un poco más de espera y entregar la tarjeta de Sacyl, momento en el que te dicen la que te toca, y nos sientan a unos seis en unas sillas separadas tres frente a tres. El enfermero –otro que se merece un homenaje en toda regla junto a todos sus compañeros y el más que eficiente dispositivo que ha llegado a vacunar a una persona cada cuatro segundos en los días con más afluencia–, con toda la maña adquirida durante meses, va pinchando. “¿Qué mano usas? ¿La derecha? Pues te pincho en la izquierda”.

Y nada. El pinchazo esperado. En sí mismo, y esta es mi impresión personal, nada del otro mundo. Ni te enteras. Y luego, a pasar 15 minutos sentado en una silla. Por si acaso. A nadie le pasa nada. Siento durante tres minutos un leve dolor en el brazo. Pero a los diez miro y no tengo marca. Esther tampoco. A Blanca le ha salido un bultín, “pero es que a mí me pica un bicho y me sale un bultón”, dice socarrona. Otra de mis amigas que reconocí en la sala anterior, Ana, que ha tenido la suerte de ser la última de la cola en la que me tocó, tampoco tiene ningún síntoma. Todos bien.

Hoy, según el gerente de Atención Primaria, se han vacunado en el Palacio de Exposiciones de León a unas tres mil personas. 749 de segunda dosis, y de primeras 1.150 con Pfizer y 473 con Moderna (que le tocó a mi amiga Clara, otra de las que vi en la cola): repetirán más o menos a primeros de julio.

Son las siete de la tarde cuando escribo esto y no tengo ni un solo síntoma. Estoy tal cual. En esto le gano a mi hermano, que cogió algo de fiebre, con 38 grados justos. No me duele ni el brazo y tampoco imanto las cucharas (sí, lo primero que hice en plan de coña según llegué a casa). En total estuve 1 hora y cuarenta minutos para todo el proceso. Todos los que salimos de allí lo hicimos con una gran sonrisa.

Porque no he dicho cuál me ha tocado (truco de escritor y tal). Pues soy uno de los 595 que han recibido Janssen. No tengo que volver. Y bien que lo celebré con Ana, Esther y Blanca, con las que gracias a que hablo hasta con las persianas se me pasó el tiempo volando. La verdad es que ya era para mí todo un hito vacunarme, pero que te toque la lotería vacunil de una sola dosis es todo un alegrón. Casi que salimos del Palacio de Exposiciones dando botes a lo vikingo. Hoy ha sido un fantástico día, en el que he aprovechado para tomarme las cosas en calma, que no suele ser, hablar con gente muy simpática y ver el civismo y disciplina de los leoneses. Una jornada que espero que sea así para todos los que vengan después. Los del 73 y el 74 ya están convocados para este jueves y viernes.

Con las vacunas, la pandemia se acaba. Y falta muy poco porque esto va rápido.

___Nota: 24 horas después de la vacunación sigo sin tener síntomas de ningún tipo, sólo me duele un poco si me aprieto el brazo donde me pincharon.
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