Eduardo Fra Molinero: “Las historias llenas de peripecias humanas son las que me gustan”

Valentín Carrera (i) y Eduardo Fra Molinero (d).

Manuel Cuenya

Berciano de Galicia o gallego del Bierzo, así podríamos calificar a Eduardo Fra Molinero, autor de la reciente novela 'De carbón y nieve', un título, como él mismo indica, influido por el latín, con esa preposición inicial 'de', que podríamos traducir por 'acerca de', evocándonos, por ejemplo, 'de rerum natura'.

El propio Fra cree que el título fue un acierto porque simboliza muchas cosas. “Es la aventura de una mujer que, digamos, acaba por tener éxito. Es la lucha por la vida. La protagonista primero emigra de la montaña a Ponferrada, después emigra a Francia como cientos y cientos de mujeres del Bierzo. Es una novela berciana hasta por la emigración. Es el Bierzo y la Cuenca minera de los años 50, 60 y hasta 70”, afirma este Licenciado en Geografía e Historia, que impartiera clases como tutor en la Uned.

Una novela ambientada en una época durísima, en una 'Ciudad del Dólar' grisácea, en el que aparecen, entre otros, escenarios como Las Huertas del Sacramento o el casino La Tertulia, cuyo personaje principal es una mujer berciana de origen humilde (Purificación o Puri Silva), que sufre todo un drama hasta que logra emigrar a París, donde también conoce, aparte de los sinsabores de la vida, el amor, conservando en todo momento su pureza, “como una virgen de carbón y nieve inmolada en los altares de la hipocresía”, según Valentín Carrera, el editor de esta obra.

“Que la novela está llena de nombres reales. Pues sí. Y eso es como echarle pimentón al pulpo. Los nombres reales me ayudan a escribir. Así no me despisto de los personajes ni de las situaciones que les pasaron de verdad a los personajes. Pero después para publicar tengo que cambiar muchos nombres, por todo eso de la privacidad. Pero mantengo también algunos otros porque son ejemplares y se lo merecen o porque son demasiado plásticos”, apostilla este narrador ponferradino, que confió en Valentín Carrera (a quien casi no conocía) como editor.

Cuenta que ha sido una suerte dar con Carrera. Un encuentro feliz. Que ambos son bercianos en la diáspora. “Lo que pasa es que yo a su lado soy un tanto 'agé' y bastante más feo. Con el tiempo voy dándome cuenta de la dimensión importante de todo lo que hace Valentín. Su sentido de defensa de la naturaleza es algo para mí definitivo. En el Bierzo se han cometido muchas brutalidades contaminantes. Y se sigue con la misma inercia. Una desgracia que ya estamos pagando caro”, continúa con ingeniosidad Fra, quien reconoce lo mucho que le ha ayudado su editor, aparte de con el título y algunas cosas más, “en la corrección de muchas frases de mala prosodia, descuidadas. Palabras que sobraban...”, pues Carrera hizo, en su opinión, un arreglo de buen podador de viñas.

“Qué sería de nuestras viñas sin los podadores. Me di cuenta que como periodista está acostumbrado a precisar y no irse por las ramas. Ramas que pueden 'esgazar' y romperte la crisma. Nos entendimos bien. Y además tiene gusto en los diseños. Sabe buscar colaboradores del diseño”, precisa este creador, que, con humor, dice que su nueva novela luce en el escaparate de una librería de Ferrol al lado de 'The lord of Bembibre' (también editado por Carrera) y las tragedias de Shakespeare, nada menos.

Cada sociedad tiene un libro o varios que la representan, como tiene edificios con su estilo. Para visualizar en el aula la época, un personaje literario es muy útil.

La Historia a través de la Literatura

“Yo tengo la ilusión de que haya transferencia de vibraciones”, expone este profesor de Historia de Arte, cuyo método de enseñanza consistía en explicar una sociedad, una época a través de textos históricos cual si fueran historias literarias.

“Cada sociedad tiene un libro o varios que la representan, como tiene edificios con su estilo. Para visualizar en el aula la época, un personaje literario es muy útil. Contar las peripecias literarias es muy práctico. Y esas peripecias explican mejor la época que las fechas y los hechos desnudos. Igual que las anécdotas cotidianas de los personajes históricos. Hay que humanizar con nombres y apellidos la historia. Por ejemplo: para explicar la democracia ateniense nada mejor que contar la peripecia de Lisístrata. Y si los alumnos se animan y la escenifican mejor que mejor”, matiza este dramaturgo, que, a partir de los arreglos que hiciera de Lisístrata para su alumnado de Bachillerato, comenzó a escribir obras de teatro. “Irmandiñas. O parto de Calandrino. Venus na lareira. A batalla de Brión. O converso de Ribadavia. Teatro Settaro presenta Ópera Bufa. Fueron obras un poco de compromiso. Obras que se representaron en festivales de teatro popular. En las fiestas históricas. Lo de las fiestas históricas es todo un fenómeno cultural que merece ser analizado por los antropólogos”, especifica.

También ha escrito obras de teatro como 'Gurméndez en un café de Delft', 'Una historia de Guerra' y 'El sainete del Diputado', que reflexionan sobre momentos de nuestra historia contemporánea, en las que el humor es el recurso más importante. “Hay que escapar siempre de dar la lección de historia. Los hechos históricos no tienen que molestar, ni abrumar..., están ahí, como de pasada, ”de vagar“ decimos en 'galego', explicando matices de los comportamientos humanos. Pero sin ser cargantes o demasiado explícitos”, insiste Fra en su afán por querer explicar la historia a través de la literatura, del teatro.

“Por ejemplo en 'Teatro Settaro...' explico el momento en que una compañía de ópera italiana (hecho histórico) llega al Ferrol del siglo XVIII y escenifican la obra 'Anfitrión' de Plauto, obra que los inquisidores consideraron un atrevimiento blasfemo. En 'Irmandiñas' (revuelta irmandiña en el siglo XV) las mujeres, monjas y putas incluidas, se confabulan para matar al malvado conde. El plan criminal es un poco el caso de la Judit bíblica. La batalla de Brión cuenta el triunfo español contra los ingleses en los altos de Brión (Ferrol) en 1800. Pero lo importante es el drama personal en contexto político de la ciudad ilustrada de Ferrol. La historia real siempre está presente en estas obras teatrales. En las obras narrativas pasa lo mismo. Pero en este caso son hechos reales vividos por mí, recordados. Y, de alguna manera, imaginados y hasta desfigurados por la subjetividad. Por eso lo que cuento, a muchos no les gusta que se cuente. Y eso que soy bastante pudoroso y hasta bondadoso. No me atrevo a juzgar drásticamente a las personas por lo que hicieron o dejaron de hacer. 'Dios no te ponga donde haiga'. Invito a comprender las conductas”, nos previene Fra, quien se siente bien integrado en Ferrol, la ciudad en la que vive. Y por supuesto identificado con la misma. Incluso escribe cada semana una pequeña columna periodística en “lingua galega” que se titula 'Cave canem'.

“Soy consciente de que 'o meu galego vai estronzado'. Tiene muchas carencias, pero aun así lo cato y lo gusto. 'A fala galega' tiene matices que me asombran. Una sabiduría que trato de aprender. Invito a leer a Cunqueiro, por ejemplo. El escribe 'daquela maneira', con la sabiduría popular que estoy indicando. Antonio Pereira también llegó a conocer la finura y elegancia 'do galego'. Finura y ausencia de contundencia. La inconcreción es una filosofía, porque tratar de concretar en foto fija las cosas es un empeño inútil. Galicia es lo que está al otro lado de la raya”.

Ferrol me atrapó y no lo digo por decir. Aunque a veces también me desespera un poco. Por ejemplo cuando los ferrolanos para llamar a su ciudad le dicen 'Ferroliño'. Un diminutivo que hay que mirarse en el psiquiatra

Galicia, tan cerca y tan lejos

Como berciano identificado con Galicia dice que los del Bierzo “somos de la arraiana. Tanto damos a Galicia como a la tierra castellana (coplina de Camponaraya). Pero Galicia, tan cerca y tan lejos... En Ponferrada por ejemplo ya casi no se entiende la manera de Galicia. En Villafranca, un poco. Y Ferrol es un caso aparte de Galicia. Una ciudad inventada en el siglo XVIII, en la época de la Ilustración. Con gentes de todos los sitios. Pues Ferrol tiene un humor peculiar, propio de los pueblos mil leches y mucha jerarquía. Torrente Ballester representa bien ese estilo racional dentro de un paisaje mágico. Y es ciudad término. Ferrol me atrapó y no lo digo por decir. Aunque a veces también me desespera un poco. Por ejemplo cuando los ferrolanos para llamar a su ciudad le dicen 'Ferroliño'. Un diminutivo que hay que mirarse en el psiquiatra”, sostiene Fra, convencido de que ahora el Bierzo, excepto una minoría, ya no mira casi nada para Galicia, salvo cuando nos acordamos del pulpo y el marisco.

“El Bierzo tiene muy buena imagen en Galicia, pero los bercianos no aprovechan bien esa buena imagen. Los gallegos aman al Bierzo, porque salen de Galicia pero no del todo. Al menos eso es lo que dicen. Es una transición suave. No es una salida contundente, que es algo que les gusta, como dije. Pero los bercianos, desde que hay autonomías, miramos poco para Galicia. Esa soberbia se acaba pagando. Aviso”, nos advierte este creador ponferradino, a quien le gusta que se asocie Ponferrada, la ciudad, el montón de casas que forma una ciudad, a la tierra que la rodea... “a los ríos, porque en nuestro caso son dos, a los caminos, que son cientos, y se pierden por las montañas entre las viñas y los campos de trigo. Esa es la tierra natal”.

Recuerda los olores y sonidos de una ciudad pequeña, que crecía un poco a lo loco y con demasiada fealdad... una ciudad que da la espalda a algo tan imprescindible como lo es el paisaje.

“Muchos creen que pueden vivir sin la naturaleza que nos rodea. Las montañas de la Cabrera Baja que veía de pequeño desde la viña de mi padre, por el camino de los frailes, pasadas las casas de Ciudad Jardín, son mi paisaje. Es una imagen que contemplé en silencio miles de veces. Mi padre me llevaba allí y me dejaba entre las cepas o en el 'cómaro' donde había unos almendros. Jugaba con las piedras y en una reguera haciendo atranques de agua. En invierno y hasta primavera bajaba el agua de Montearenas. Un buen día me mandaron a Comillas, al seminario, con los jesuitas. Tuvo mucha importancia que me separaran de ese paisaje a los once años. Marché contento, porque fui siempre un poco andorrero y de novedades. Mientras otros chavales por las noches lloraban por estar solos sin sus padres yo me dedicaba a recordar el paisaje perdido. Me defendí de la llantina de esta manera. Tenía en Cantabria otros paisajes. Inmensos. Hermosísimos. Con un mar espléndido debajo del Seminario. Desde los campos de deporte contemplábamos al fondo, por el Oeste, los Picos de Europa, pero no eran lo mismo. Yo para no llorar como otros repasaba las calles de mi pueblo y las orillas del Sil y Boeza. Aquellas montañas de Cantabria no eran mi paisaje. Entonces nos obligaban en el estudio a hacer 'composiciones'. Descripciones. Yo describía mis recuerdos. Cada vez los fijaba más en mi mente. Como nos dieron a leer muy pronto a Machado y otros autores (como Azorín y Miró, pero del que más me acuerdo es de Machado) me propuse imitarle. En las tres obras de narración que he escrito todo el escenario es el Bierzo. Son historias de gentes que viven en el Bierzo. Todo lo que cuento es de aquí. No me sale otra cosa”, rememora con afecto Fra, quien reconoce que el descubrimiento del maestro Antonio Pereira ha sido fundamental en su obra, “es el que más se ha quedado en mí. Su fino sentido del humor. Y cierta bondad en los planteamientos. Me hubiera gustado darle a leer mi 'De Carbón y Nieve'. Me leyó 'El merendero de la Señora Oliva'. Me dijo que le había gustado, que estaba muy bien escrito, pero a lo mejor me lo dijo por cortesía, porque era un hombre bueno. Me agrada la idea de que se me llegue a considerar ahora un autor berciano. Acaricio esa idea. Al final que te consideren los de tu pueblo es lo mejor”, puntualiza este creador berciano-gallego, que también confiesa haber leído a Llamazares, a Luis Mateo Díez, “lo de ser de Villablino ha influido”, y también a Carnicer. Le impresionó, asegura él, 'Donde las Hurdes se llaman Cabrera'.

Asimismo, reconoce que son muchos los autores que le han influido. “Casi innumerables. Y me han ido influyendo por turno”. Los primeros que cayeron en sus manos fueron Homero y Virgilio, porque recuerda que le pusieron a traducir a esos clásicos casi nada más llegar a Comillas. “A mí me sacaron de Ponferrada y me metieron en Homero”.

El primer libro que compró fue 'Los campesinos', de Chéjov, que le costó cinco pesetas. Era, a su juicio, un libro lleno de tristeza, que le impresionó mucho.

El Bierzo tiene muy buena imagen en Galicia, pero los bercianos no aprovechan bien esa buena imagen

Recuerda que en Comillas tenía un magnífico profesor de literatura: el Padre Martino S. J., que era de León, de los Picos de Europa, el cual le leía, a él y a sus compañeros de pupitre, a Machado y a Virgilio, en general a los clásicos. “Era lo que nos mandaban leer. Hasta comedias de Plauto y las odas de Horacio. Los chavales jugaban a ser partidarios o de Virgilio o de Horacio. Yo era más de Horacio. Y eso acaba marcando no sólo el gusto sino la sensibilidad. Pero tampoco los clásicos nos impedían buscar autores contemporáneos. Por contemporáneos me refiero a los de la Generación del 98. No sé bien por qué razón comencé a leer autores teatrales. Por ejemplo a Chéjov, en un libro casi de bolsillo, precioso, de la colección Joya de Aguilar (en piel y papel biblia). Aún lo tengo. Ahora con la edad se me ha acentuado el culto por los autores griegos y latinos y tengo mis manías, pero leo sin ninguna presión, aunque siempre tengo cerca a los clásicos. El Edipo Rey, Antígona... estas tragedias también nos las explicaban en literatura. Y se puede comprobar que no salimos tarados, o no por encima de lo normal. Últimamente he leído mucho a Joseph Roth y a Stefan Zweig. En general ahora me gusta casi todo, cuando me gusta, claro. Y suele ser casi siempre. También tengo frustraciones y dado el precio de los libros es como para mirárselo. En narración por ejemplo me tienen que contar historias y contarlas bien. Hay novelas que son solo ejercicios de estilo y casi no tienen nada que contar. Son insufribles. Las historias llenas de peripecias humanas son las que me gustan”, cuenta Fra, a quien le gustaría que sus obras se miraran como al menos se miran las cerezas. Y que sus lectores/as se las comieran con el mismo vicio. Y las niñas se adornaran las orejas con sus frases... Pues la belleza será comestible o no será, como quisiera el genio Dalí. “Si mis libros son recibidos como se reciben las cerezas... ¿qué más puedo pedir? Me han dicho que gustan, pues ya está”, glosa con ironía Fra, que a finales de los ochenta fuera concejal de cultura en Ferrol con los alcaldes Quintanilla y Couce Pereiro.

En la actualidad, aparte de la promoción de su obra 'De Carbón y nieve', está rematando una novela titulada 'La caverna de Platón', que trata sobre un viaje de dos jóvenes de 20 años por Francia, Italia, España en el año de 1966. Un viaje que termina en Villatemple, el pueblo de uno de estos chavales. “Tengo que terminar de corregir. Con un poco de suerte pillo a Valentín Carrera. A ver si la publicamos para navidades o para el año que viene. Y después también ando revolviendo en algún que otro tema. Ya iremos viendo”, concluye.

Entrevista breve a Eduardo Fra Molinero

“No aprendemos del pasado. Y nos creemos que a nosotros aquellas desgracias no nos van a pasar nunca”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

Vuelvo continuamente a muchos. 'La feria de las vanidades' de Thackeray. 'Bel Ami' de Guy de Maupassant. Últimamente releí varias veces 'César o nada', de Baroja. Y cuando me atasco abro cualquier página de 'La Ilíada' de Homero y siempre me pilla. Excepto en lo de Homero, los otros no sé bien por qué me han atraído tanto.

Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).

Imprescindible ninguno. Si dejaran de existir no pasaría nada. Que se repitan, hay muchos. Antígona me parece un personaje tremendo. Y Medea, que por despecho mata a sus hijos, a los hijos de su marido. Es un personaje más que perturbador. Y para alegrarnos las pajarillas Lisístrata y la huelga sexual que organiza con las mujeres. Entre los hombres me quedo con Ulises. Pero mañana te puedo decir otros. Ya digo, imprescindibles, pues creo que nadie.

Un autor insoportable (o un libro insoportable).

No recuerdo casi ninguno, porque si no lo soporto lo dejo al momento. Y suele ocurrirme en la primera página. Seguramente sea por mi culpa, o porque el momento de leerlo no es el adecuado. O que yo estoy raro. Mis estanterías estás llenas de bodrios (para mí, claro, que tampoco es criterio de mucho valor). Siempre espero que algún día terminen gustándome.

Un rasgo que defina tu personalidad.

Soy inseguro. Me convencen los argumentos de los otros, incluso los contrarios. Tiendo a darles la razón (soy un comprensivo compulsivo). O sea que me pueden engañar y llevar al huerto fácilmente. Después me enfado mucho conmigo mismo. He sido bastante celoso de los éxitos ajenos. Me dieron envidia. Esa envidia a veces ha sido un estímulo. No quedarme demasiado fuera de juego.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

Que no haga daño. Seguramente eso se llama bondad. Pues eso. Que sea buena. Y si encima es divertida, ya sería lo máximo. He encontrado gente buena y divertida. O sea que puedo decir que eso existe. Me han hecho muy feliz.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

Primero la sociedad. Ha sido y sigue siendo muy desigual. Profundamente desigual. A los que están arriba les gusta la desigualdad. La defienden. Les va la vida en ello. Disfrutan con ser desiguales, pero por arriba. La política refleja este mal. En algunos momentos hemos llegado a un cierto pacto de no agresión, pero últimamente se han roto muchos pactos. No aprendemos del pasado. Y nos creemos que a nosotros aquellas desgracias no nos van a pasar nunca. No soy muy optimista.

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

Los placeres. Todos los placeres, procurando que no hagan demasiado daño ni a mí ni a otros. Los placeres divertidos son los mejores. Los placeres pasan en el cuerpo y los pensamos. Cuando los pensamos es lo mejor.

¿Por qué escribes?

Porque pertenezco a una cultura que tiene la costumbre de escribir y prestigia la escritura. Si estuviera desprestigiada seguramente no escribiría. Me educaron en el gusto por la lectura y por la escritura. Llevamos muchos siglos escribiendo y leyendo. Tiene algo especial. Ya no lo podemos remediar.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

Mi estilo literario se ha formado en los libros. Yo soy de una generación de libros. Todavía no sé cómo me influyen las redes sociales. Imagino que de alguna manera. De momento veo en ellas noticias, ocurrencias, cosas ingeniosas, desagradables. Me atraen pero tampoco me quitan el sueño. Ni siquiera me acostumbro del todo al teléfono. Me encuentro raro con él.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

Son muchas. Cuando leo, inmediatamente comienzan a hervirme las neuronas, me vienen las situaciones, las imágenes y se me ocurren ideas a propósito de lo que estoy leyendo. Me estimulan y acabo organizando escenas que no tienen nada que ver con lo leído. Un personaje que leo acaba siendo otro muy distinto. Los cuentos de Antonio Pereira son estimulantes. Si los leo, se me ocurren cosas. Homero es infalible para arrancar a escribir.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

No. Estoy muy alejado de eso. Sigo las lecturas. Tuve una época en que estuve fascinado por Jiménez Lozano. Baroja. Otra época no me despegué de Shakespeare. 'El Lazarillo de Tormes' me sigue fascinando. 'Los cuentos de Canterbury' de Chaucer... En fin que lo del blog me queda muy lejos.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

Pues que no lo entiendo. Me asombra. Sólo sé lo que da dolor o da placer.

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