David Fernández Villarroel: “La literatura en general, y la novela en particular, no es más que eso, un engaño consentido”

David Fernández Villarroel. Foto: Miquel González.

Manuel Cuenya

Catedrático de Lengua y Literatura, narrador, poeta, David Fernández Villarroel es autor de una extraordinaria novela titulada 'Ver nevar', obra que nos devuelve a nuestra infancia, esa época que, como dijera el poeta Rilke (al que recuerda nuestro autor) es la única patria del ser humano, la única matria -me atrevería a decir-, en la que se forjan nuestros sueños e ilusiones. Y aun nuestra memoria afectiva. La memoria como hermoso manantial literario del que brotan mundos fabulosos, que, en su caso, funciona de un modo estupendo. “El arca de la memoria, que es el arca de la vida”, del que su protagonista, “asomado a la ventana del tiempo” extrae su colección de estampas.

Escrita con gran sensibilidad, a través de la mirada de un niño (Miguel), Fernández Villarroel nos adentra en un mundo que nos resulta familiar, cercano, aunque se trate de otra época, de una época adversa, incluso terrible, como lo fuera la Guerra Incivil y la posguerra españolas. Con el campo y la mina como escenarios esenciales.

Estructurada en tres cuadernos (el primero introducido por una cita de Antonio Machado, el segundo por una de Aleixandre y un tercero por una Miguel Hernández), además de un epílogo, 'Ver nevar' es, en su opinión, “la memoria de un tiempo, hoy ya casi antiguo, un tiempo de nieve y campesino”, que recoge en parte, y trasplantadas a otra época, las vivencias personales de su infancia y primera adolescencia: la escuela, los primeros libros, los primeros sueños, las primeras impresiones sobre las personas y el mundo que tenía a su alrededor..., “el aprendizaje de la vida, en suma –añade– que tiene lugar en esa edad estremecida de ideales y descubrimientos. Y es también, en ese sentido, una historia de sentimientos, sin los cuales la literatura no respira, y una historia de amor, triste como todas las buenas historias de amor”. Una historia de amor en la que Martina es “la lumbre de los sueños” de Miguel.

'Ver nevar', con la nieve como símbolo del frío (incluso del frío psíquico, tan demoledor) y del color blanco (la vida en blanco y negro, de la que nos habla el narrador y poeta Julio Llamazares en 'Escenas de cine mudo'), es una novela emocionante, de principio a fin, enmarcada especialmente en La Braña, que es, según David F. Villarroel, trasunto de Tejerina, su tierra natal, “con la vida del campo y de los pastores, los largos días del invierno viendo nevar...”.

Un novela que bien podría ser autobiográfica, aunque el contexto histórico en que transcurre no se corresponda con el de su autor –los años anteriores a la Guerra Civil y los de la propia contienda–, en la que el protagonista, Miguel, “se ve forzado a participar en ella, primero en un bando y luego, por una serie de circunstancias, en el otro”.

En 'Ver nevar', logra dar voz a “unas personas cuyas vidas, humildes y apegadas a la tierra, merecían quedar para siempre contadas en un libro”. Y además consigue recuperar el riquísimo vocabulario campesino, “hoy en trance de desaparición”.

Lo universal: lo local sin fronteras

Los paisajes que veíamos pasar desde la ventanilla del coche de línea de la empresa Fernández o desde el vagón de madera del tren hullero de La Robla los guardo todavía en la memoria, y procuro también volver a recorrerlos siempre que puedo

En el pueblo de Tejerina (La Braña en 'Ver nevar'), su universo de niñez, que es lo local sin fronteras, como nos dijera el gran escritor Miguel Torga, David aprendió a mirar el mundo, con los ojos de un niño despierto, detallista, observador, cualidad fundamental en cualquier narrador que se precie de tal, dedicándose sobre todo a observar la naturaleza, “la vida del campo, los cambios que se operaban en cada estación –precisa él– las pequeñas cosas de cada día en un mundo pequeño en el que nunca pasaba nada importante...”. Y esto es lo que plasma y consigue transmitirnos en su libro -en general en todos sus escritos-: “el aprecio por la naturaleza, el valor de las cosas pequeñas, lo importante que es observar todo lo que pasa alrededor...”.

Su vocación por la literatura surge a partir de las lecturas de las poesías que aparecían en la enciclopedia con la que estudiaba en la escuela, y la admiración que sentía por sus autores. Tanto es así, que deseaba imitarlos. Pero fue más tarde, ya adolescente, en el seminario de san Isidoro en la carretera de Asturias, donde empezó a sentir la necesidad y el gusto por escribir, teniendo mucho que ver con ese despertar el profesor de literatura, “don Miguel Díez, que nos leía en clase autores que no salían en los libros de texto ('Don Camilo' de Giovanni Guareschi, 'El viejo y el mar' de Hemingway, 'El bosque animado' de Fernández Flórez...); también poemas que luego teníamos que recitar...”, rememora David, convencido de que la escritura creativa es para él, sino una necesidad, la forma más entretenida y provechosa de pasar el tiempo. Pues le sirve, por un lado, “para liberar eso que llaman los demonios interiores, y por otro, para contar y vivir otras vidas que a lo mejor pueden resultar de interés a los demás”.

En todo caso, el servicio que el escritor presta a los lectores es, según David F. Villarroel, entretenerlos, trasladarlos a otro mundo, despertar en ellos la curiosidad y la emoción haciéndoles creer que lo que leen es real, aunque sea inventado. “La literatura en general, y la novela en particular, no es más que eso, un engaño consentido: engaña el que escribe y se deja engañar el que lee”, agrega.

Aunque vive en Cataluña desde hace años, donde ejerce como docente y aun estudioso de la Lengua y la Literatura (son muchos los manuales que ha publicado acerca de estas materias), la provincia de León -en concreto la parte de la provincia que va de la montaña de Riaño hasta la capital- es el mapa de sus primeros viajes, “el itinerario adolescente que tres veces al año, al terminar el verano, por Navidad y en Semana Santa, nos llevaba desde el pueblo al internado. Los paisajes que veíamos pasar desde la ventanilla del coche de línea de la empresa Fernández o desde el vagón de madera del tren hullero de La Robla los guardo todavía en la memoria, y procuro también volver a recorrerlos siempre que puedo. La nostalgia se tiñe entonces, sobre todo en los últimos años, de tristeza y pena, por la despoblación y el abandono del campo; en cada pueblo había antes por lo menos una escuela, y ahora están casi todas cerradas. ¡La provincia vacía, se podría decir!”, recuerda el autor de 'Años de guardar', otra de sus obras, que toma su título –explica– de aquellas 'fiestas de guardar' que decía el catecismo. 'Años de guardar' también nos ofrece, en palabras de su autor, un viaje de regreso a la infancia y la adolescencia a través de un conjunto de relatos ambientados en la década de los años sesenta del siglo pasado. “El escenario es el mismo que el de 'Ver nevar', y las historias que componen el libro, narradas desde la mirada infantil del protagonista, tratan de reconstruir sus años de formación y la educación, podríamos decir sentimental, de aquella época. Todas ellas se nutren del poso autobiográfico, pues, según yo entiendo, la literatura ha de estar sacada de la vida, y sigo en esto el buen consejo de Cervantes cuando decía aquello de que 'lo que se sabe sentir se sabe decir'”. Sabio consejo el cervantino, sin duda, porque la literatura debería contener vida para que no se quedara en mero artificio. O bien habría que devolver vida a la literatura, como quisiera asimismo el coloso Henry Miller.

León, vivero de escritores

De Antonio Pereira, releo siempre con gusto sus cuentos, y de Andrés Trapiello no me cansaré de recomendar sus diarios

Si bien David dice no seguir con la atención que debiera la narrativa y poesía que se hace en León, sí tiene la impresión de que continúa siendo tan valiosa y fértil como siempre lo ha sido. “León parece un vivero de escritores”.

En todo caso -por razones de edad y formación, quizá también por la distancia-, le siguen interesando más los escritores leoneses ya consagrados y de renombre nacional, “especialmente dos nombres: Antonio Pereira y Andrés Trapiello. Del primero, releo siempre con gusto sus cuentos, y del segundo, al que considero uno de los mejores escritores españoles de la actualidad, no me cansaré de recomendar sus diarios, ese 'Salón de pasos perdidos' que, haciendo honor a su segundo título ('Una novela en marcha'), va ya por el vigésimo primer volumen. Y me ocurre lo mismo con los poetas, que al no residir en León tengo que conformarme con los más reputados, Antonio Colinas por ejemplo”.

Aparte de estos escritores leoneses, Fernández Villarroel reconoce la importancia que han tenido en su vida escritores de la talla de Cervantes, Fray Luis y Lope de Vega, entre los clásicos. O bien Antonio Machado y Pessoa, entre los poetas modernos. Stevenson, Henry James, Tolstoi, Baroja, Delibes, Josep Pla, Álvaro Cunqueiro, Sánchez Ferlosio y Cortázar también figuran en su lista de prosistas preferidos. “Y por encima de todos, Jorge Luis Borges. Ah, y aprendí a escribir leyendo a Azorín”, apostilla David, para quien sus actividades docentes y creativas son en principio dos actividades perfectamente compatibles, “que pueden desarrollarse por separado y no se necesitan la una de la otra”.

En cualquier caso, no siente que la labor docente influya en la actividad creadora, “más allá de que pueda suministrar determinados temas o influir en aspectos formales o estilísticos. Lo que sí suele ocurrir, y hablo por experiencia, es que la labor de creación condiciona la forma de enseñar, y me refiero, claro está, a la materia de literatura: el profesor que escribe suele conceder más importancia a los textos, se afana por fomentar la afición lectora en los alumnos y trata también de despertar en ellos el gusto por la propia creación”, explica el autor de 'Futuro imperfecto', obra en la que se entretejen dos historias, una real y otra de tinte fantástico.

Cuenta que la primera es una reelaboración literaria de una experiencia personal “-qué no sabremos sentir mejor que aquello que se ha vivido, especialmente cuando uno ha llegado a esa edad en que se tiene todo un pasado por delante...-”. En esta primera historia se narran las peripecias de un joven estudiante que llega a Barcelona cargado de ilusiones a iniciar sus estudios en la universidad... “Estamos en 1973 y atrás ha dejado su pueblo y su ciudad de provincias para emprender una nueva vida en esa decisiva encrucijada que representa el paso de la adolescencia a la primera juventud”.

La labor de creación condiciona la forma de enseñar, y me refiero, claro está, a la materia de literatura

En cambio, la segunda historia transcurre en un diccionario, en el que se refugia Martín, el protagonista, aprendiz también de escritor, para entretenerse y pasar el rato o cuando quiere escribir y la página en blanco se le resiste y no encuentra ninguna historia que contar. “En esta parte del diccionario, la protagonista indiscutible es Memoria, a la que los señores académicos le han encomendado la labor de guardiana de las palabras; ella es la interlocutora de Martín y la encargada de guiar a las palabras extranjeras de visita...”, nos advierte su creador, quien también ha adaptado y editado diversas obras clásicas de la literatura para un público escolar a sabiendas de que la lectura es la principal y más importante herramienta de conocimiento y aprendizaje: “leer es también el mejor método para aprender a escribir. Y, a poco que se les motive, los mejores lectores son los niños y los adolescentes; todos añoramos la manera, inocente y limpiamente apasionada, como leíamos en esas edades”, señala con lucidez el profesor, narrador y poeta David Fernández Villarroel, que está en estos momentos con una novela. Y tiene en el cajón –especifica– un libro de poemas que algún día, espera, dejará de ser inédito.

Entrevista breve a David Fernández Villarroel

“Los mejores pensamientos acostumbran a venir mientras se camina”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

Leer por segunda vez, muchísimos. Y no dejar de leer, también muchos, pero estos dos sobre todo: el 'Quijote' y 'Ficciones', de Borges.

Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).

Si tengo que escoger uno solo, don Quijote (y lo siento por David Copperfield, Jim Hawkins, Sherlock Holmes, Mowgli...).

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

Me es muy difícil señalar alguno, porque ya dijo Plinio y repitió Cervantes que no hay libro tan malo que no tenga algo bueno.

Un rasgo que defina tu personalidad.

Por lo que he oído que dicen de mí, creo que la timidez.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

La sencillez.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

La política, nada buena: cada cual arrima el ascua a su sardina y nadie vela por el bien público (en la enseñanza sin ir más lejos). Ningún partido político está, me parece a mí, a la altura de lo que demanda la sociedad, que, pese a todo, mantiene su vitalidad y es capaz de adaptarse a las circunstancias y salir siempre adelante.

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

Leer y caminar. Y sigo también en esto la observación que hizo Cervantes por boca de don Quijote: “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. Aparte de que, como ya muchos otros han advertido, los mejores pensamientos acostumbran a venir mientras se camina: los pensamientos caminados, así se llaman.

¿Por qué escribes?

Uno escribe principalmente para contar algo de la vida, de la suya y de las de otros, para tratar de hacer sentir y ver a los lectores lo que uno ve y siente... También para remansar el tiempo (empeño imposible, ya se sabe), y para no perder del todo el que ya pasó.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

Diría que no, pero no puedo responder con propiedad porque no las frecuento.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

Dos: la propia experiencia y la imaginación.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

Llevo desde hace más tres años un blog, 'Blog de los días contados' se llama (vernevar.blogspot.com), y he seguido asiduamente hasta ahora el de Andrés Trapiello, 'Hemeroflexia'.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

Esta, por ejemplo, de Azorín: “Vivir es ver volver”.

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