Roberto Carro: “Hay que seguir insuflando aire en la vela que impulsa el viento de la costumbre heredada”

Roberto Carro Fernández

Manuel Cuenya

La joven poeta Andrea Valbuena, cuya fragua hemos publicado hace dos semanas, me habló de Roberto Carro Fernández como un interesante autor leonés. Y hoy es nuestro entrevistado.

Un creador que ha publicado, entre otros, un singular libro de viajes titulado 'Íter', que recomendamos sobre todo a quienes sienten/sentimos devoción por los viajes y la literatura de viajes. Pues en este caso se trata de un viaje, a lomos de una bicicleta, por diferentes lugares de la geografía española, algunos realmente cercanos como el mítico Valle del Silencio en el Bierzo. O bien los valles de Babia y Luna. Y por supuesto otros, igualmente estimulantes, como el Canal de Castilla (sobre el que también ha escrito y publicado Raúl Guerra Garrido) o la Ruta del Duero (ahí está también 'Cuaderno de Duero', de Julio Llamazares, o 'Corazón de roble', de Ernesto Escapa). Y aun otro viaje que hace Roberto Carro por la Vía de la Plata.

El viaje como un manantial de inspiración para escribir. Viajar para sentir. Sentirlo todo de todas las maneras posibles. Viajar para contar. Vivir para contarla, como nos dejara escrito el Nobel Gabo.

Cuenta Roberto Carro que le sigue atrayendo el hecho arrebatador de ver un viajero a lomos de una bicicleta, con su hatillo a las espaldas, sus alforjas... “Y el camino abierto a la aventura del viaje que nunca debe terminar. Si a eso le añades una crepuscular puesta de sol dibujándose en el horizonte, tienes todos los ingredientes que me abducen sin redención posible”. Y agrega: “El viaje tardo que te posibilita una bicicleta no tiene parangón. Desde esa humilde atalaya tienes acceso a la brisa de la historia, al deseo irrefrenable de sentirte pleno de libertad, e 'Íter' cumple con ese trámite. Había leído los diarios en bicicleta y motocicleta de Ernesto Guevara. La épica me pareció digna de emular y por eso quise llevarlo a mi terreno –menos pretencioso, claro está-. Así que tracé una serie de rutas que trascurren por distintos escenarios de Castilla y León”.

Cabe recordar que los 'Diarios de motocicleta' del Che Guevera y su amigo Alberto Granado fueron adaptados al cine por cineasta brasileño Walter Salles logrando una 'road movie' inolvidable por América del sur.

Respecto a libros de viajes en moto también cabe recordar 'Brisa de poniente', del berciano Manuel Fuentes, a quien tuvimos el placer de entrevistar en esta misma sección en julio del pasado año.

En su estupendo libro 'Íter', Roberto realiza una serie de recorridos por Castilla y León, adentrándose en Extremadura (Mérida, Casar de Cáceres, Plasencia...). Y nos invita a pedalear, subidos en la bicicleta (símbolo que a uno se le antoja entrañable), por este camino abierto a la aventura, “que es, al fin, el tirón de la vida”. Porque la vida es un genuino viaje, a buen seguro sin retorno.

Como todos los grandes viajeros, el creador de 'Íter' nos muestra, en sus recorridos, un viaje de autoconocimiento. Y nos hace sentir, como él mismo diría, el latido de las cosas pequeñas, que se hacen grandes cuando las disfrutamos en libertad. Cuando las disfrutamos con los cinco sentidos, me atrevería a señalar. Porque “viajar es otra forma de enriquecimiento personal”, escribe él al inicio de su capítulo 'Babia'. Viajar es sentir. Y el suyo es un cuadro de sensaciones, “caminando sobre la palabra y percibiendo la imagen”, a través de las cuales llegamos a la esencia de lo que somos. Algo así nos muestra Roberto, en su viaje iniciático en busca de libertad (uno de nuestros bienes más preciados, junto a la salud). En busca, en definitiva, del elixir de la vida. Como él mismo escribe. Porque lo importante en el viaje –nos aclara Alberto Angoso, a modo de prólogo- es la búsqueda, la acción, el vértigo, la vida misma, vibrar a cada instante y consumar en cada momento la esencia de la eternidad. “Lo importante es la emoción de lo inesperado –escribe Angoso–, el retorno a la madre tierra, la vuelta al origen...”. Y agrega: “Roberto es Castilla, rigor y nobleza, temple y sosiego, quietud en la mirada...”. Por su parte, Luis Fernando Sanz, el hombre de la bicicleta azul, dice de Roberto que, con un estilo literario plagado de metáforas y un lenguaje rico y preciso, nos va haciendo cómplices de su mundo interior.

“Caminar con la mirada abierta, buscar y sondar lo desconocido... disfrutar encontrando y compartir lo disfrutado con los demás” son palabras de gratitud y admiración que Antonio Cela le profesa en 'Íter' a Roberto Carro.

Haber nacido en el Páramo leonés, en concreto en Valcabado, ha forjado su carácter. Su espíritu inquieto, aventurero. Tanto es así que el Páramo Bajo Leonés fue en otra época un lugar recio, hecho a base de adobes y penurias, según él, una tierra que ha dado “gente de condición extraordinaria que supo sobreponerse a esa obstinada miseria que siempre reinó en esta llanura de solana. Y esto, quieras que no, imprime carácter”.

Si bien reconoce que su generación no lo vivió las penurias en primera persona, como les ocurriera a sus abuelos y aun a sus padres, es consciente de esta realidad.

El viaje tardo que te posibilita una bicicleta no tiene parangón. Desde esa humilde atalaya tienes acceso a la brisa de la historia, al deseo irrefrenable de sentirte pleno de libertad, e 'Íter' cumple con ese trámite

Sabedor de que heredamos un cuarto y mitad de la genética de nuestros ancestros, “cómo no vas a mirar con atención, escrutando hasta las últimas consecuencias las escasas formas que se ofrecen en la obsesiva planicie –aclara él–, afinando los detalles, buscando en las revueltas inexistentes –que imagino– porque aquí no hay arroyos saltarines, ni roquedos de singular belleza. Al crear, te esfuerzas en poner al desnudo la intimidad de lo evidente”.

Asimismo, su carácter creador se forjó en el Seminario de La Bañeza, donde comenzó a fijarse en determinados modelos –curas y tutores– que aliviaban, a su juicio, los rigores de un internado con mucha lectura, cierto retiro y ánimo por perseverar en la autorrealización.

“Con esas edades necesitas de ciertos modelos, referentes; y allí los encontré. A partir de ahí sólo había que seguir los hitos del camino iniciado, seguir leyendo para que, un buen día, con el hatillo bien repleto, poder dar rienda suelta a esa pulsión creativa. Pero el proceso no acaba ahí, liberar ese instinto no significa que el paso siguiente sea el abandono secular de las fuentes, de esa paleta de inspiraciones que van dando forma a nuevas texturas, nuevas formas de hacer y nuevos paisajes literarios. La creación no tendría sentido sin ese feedback que es leer para escribir”, sostiene Roberto Carro, que en la actualidad compagina su carrera profesional con la creación literaria.

“Al final te das cuenta que tienes todos los elementos para fabricar la urdimbre que justifica una parte importante del modo en la que has decidido organizar tu vida. Así que no resulta dificultoso poblar de personajes, de trama y misterio las historias que quieres contar”, afirma Roberto, que es también autor de 'Escombros de la Memoria', “una mixtura de relatos por donde transitan los personajes que pueblan mi imaginario, pero que son al fin y al cabo los que ponen al descubierto historias domésticas. De paso, abren las estancias donde dormita el tiempo: entran, salen e indagan; dejando en el escenario que habitan una impronta de misterio y artes deductivas”, matiza él acerca de estas historias “que duermen abrigadas por aquellos adobes de barro primigenio”.

En este sentido, está convencido de que la provincia de León está en un momento dulce de la creación literaria precisamente porque el anhelo de querer contar historias se ha hecho, en sus propias palabras, un poco más popular.

El arte de juntar palabras

“Eso no quiere decir que todo es publicable a precio de bagatela y hechuras de liviandad. Muy contrariamente, entiendo yo, se apuesta por el creativo de infantería porque, como ocurre con los consagrados, los lectores aprecian en los primeros formas y arrestos para emocionar. Eso se traduce en un incremento de publicaciones de gente que siendo inicialmente anónima, comienzan a llenar espacios en determinadas secciones de las librerías, en las ferias y en las tertulias que giran en torno al hecho cierto de que se está abonando la inquietud doblemente: se lee y se escribe. Esto nunca puede ser malo. Si a eso le sumas que en León tenemos un excelente plantel de consagrados, referentes del público en general y de quien se adentra en el complicado arte de juntar líneas con cierto rigor, pues el estado de salud no puede ser otro que el de satisfactorio”, nos recuerda Roberto, que comenzó leyendo a Delibes, cuya literatura destilaba en buena medida, según el, todos esos aromas que encerraban los frascos de esencias que llenaban los vasares de mi infancia, del sencillo latir de la vida cotidiana, de las vívidas historias de la gente de pueblo... Y posteriormente se puso a leer a Azorín, “con su particular impresionismo descriptivo del que tanto se habla”. Así fueron llegando otros escritores como Galdós, con quien descubrió “la memoria histórica sin transgénicos”. Y más tarde llegaron para quedarse, precisa él, Julio Llamazares, Pedro García Trapiello, Menas Alonso Llamas, Antonio Muñoz Molina, Arturo Pérez- Reverte, Emilio Gancedo.

“En este punto no me quiero olvidar de gente extraordinaria a la que vi nacer como poetisa: Andrea Valbuena; con ella aprendí a descifrar los sentimientos que vienen envueltos en palabras, digestivos para el alma y el corazón. Si los escribe, te roban para siempre; si los declama, te abduce sin remisión. Dicho a la manera de Celaya, la poesía, en manos de Andrea, es un arma cargada de futuro”, apunta Roberto, responsable de 'Hacendera', una revista que nace, en su opinión, de la necesidad de poner voz a la gente de su pueblo, “sobre todo a algunos de esos mayores que si no les animas a contar sus vivencias personales, se irán con todo su bagaje a un lugar yermo en el que se pierde la huella de la tradición oral”.

Con Andrea Valbuena aprendí a descifrar los sentimientos que vienen envueltos en palabras, digestivos para el alma y el corazón. Si los escribe, te roban para siempre; si los declama, te abduce sin remisión

Una revista que es fiel testimonio de la tradición oral y de la actividad cultural de su pueblo del Páramo. “De ahí su nombre, 'Hacendera' (una puesta en común y por el bien del mismo)”.

Y en esta misma línea Roberto ha publicado un libro/disco Romanza&mimbre (folk de filandón), que es una prueba más de esa preocupación por preservar su patrimonio.

“Las señas de identidad necesitan un refresco, un hálito esperanzador; una puesta en valor que las coloque en el lugar que merecen para seguir siendo el referente que necesitamos en una sociedad demasiado líquida, autodestructiva, que dinamita cada día los cimientos en los que se hunde el sentido de pertenencia. Hay que seguir insuflando aire en la vela que impulsa el viento de la costumbre heredada. Esto, expresado con la calidez musical que evoluciona ese sentimiento de raíz que es la música folk, es muy esperanzador”, expresa con brillantez este creador leonés, que en estos momentos está con la idea de hacer una segunda parte de 'Escombros de la memoria'; eso sí, con nuevos escenarios y nuevos personajes, “con guiños y umbilicalmente anclados a la primera novela”. Y también tiene en mente realizar una segunda vuelta en bicicleta “por territorios un tanto ignotos de nuestra tierra. Lugares con cierto halo”.

Entrevista breve a Roberto Carro

“Me divierte percibir el latir de las cosas sencillas”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

'Luna de Lobos', de Julio Llamazares. Y quizá también 'Hacia rutas salvajes', de Jon Krakauer.

Un personaje imprescindible en la literatura (o una persona en la vida).

Sancho Panza. Encarna, mejor que nadie, la prudencia, la lealtad y el sentido común.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

Sé que soy injusto, porque luego cuando le oigo hablar me gusta; pero me cuesta hincarle el diente a algo que haya escrito Juan Manuel de Prada.

Un rasgo que defina tu personalidad.

Inquietud.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

Lealtad.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

En la política me parecen deplorables esos que ahora llaman “equidistantes”; lo cual la hace poco creíble porque no se apuesta y arriesga consecuentemente en aquellas cuestiones de Estado que parece que solo tenemos claro los ciudadanos de a pie. Hay demasiado vende-humo, alquimistas del embeleco, tras cuyos discursos se esconde la nada más absoluta. Y a la sociedad la veo muy tocada. Demasiado analgésico para una bronquitis aguda. Pero aún hay esperanza.

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

Percibir el latir de las cosas sencillas.

¿Por qué escribes?

Para sentirme un poco más libre.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

Reconozco que en Facebook cuelgo de vez en cuando mis chispazos de lo cotidiano; esa especie de reflexiones o breviario que me pide auxilio de vez en cuando y que pugna por salir a la palestra. Creo que para medir la homeostasis y el pulso como diagnóstico rápido, está bien.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

Está claro que todo lo que leemos nos influye de una manera más o menos decisiva. Por otro lado, veo un potencial enorme en los archivos históricos y diocesanos, en las hemerotecas... Es una fuente muy a tener cuenta porque, del dato objetivo y de la crónica, si le añades un plus de imaginación y prudente licencia creativa, se puede obtener una argamasa muy sólida y literaria; pero sobre todo estructurada en una línea del tiempo y en un acontecer determinado.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

Ninguno que merezca especial mención; aunque puntualmente visito aquéllos que disipan dudas concretas, o cubren determinados estilos o sensibilidades en los que encuentro refugio.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

No es mía. Está extraída de un tema musical de Manolo García. “Camino solo desde que clarea el día, qué vastedades nuevas se abrirán a esta lenta carreta. Armada de remiendos y de restos; de nómada mi vida ha de ser una lenta carreta”

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