Buenaventura J. Diez Aláez: “La poesía crea realidad y engendra conocimiento”

Foto de: Marcelo Óscar Barrientos

Manuel Cuenya

Buenaventura J. Diez Aláez es un entusiasta de 'Cien años de soledad', del Nobel Gabo y de 'La lluvia amarilla', del gran escritor Julio Llamazares. “Todo lo que se escribe tiene, de manera consciente o inconsciente, algo que ver con la infancia, con los primeros años, durante los cuales se configura la personalidad y la manera de ver el mundo”, asegura este autor leonés.

La infancia marca, es evidente, hasta el punto de que poetas como Rilke (a quien Buenaventura cita por cierto entre sus escritores preferidos) dijera aquello de que la infancia es la única patria verdadera. O bien el poeta de origen maragato Leopoldo María Panero dijera aquello de que “en la infancia se vive, luego sólo se sobrevive”, que resulta ciertamente brillante, porque, en términos psicoanalíticos, psicológicos en general, la infancia conforma lo que somos y seremos de un modo consciente y por supuesto 'subconsciente', me atrevería a subrayar.

El subconsciente como gran territorio (explorado precisamente por el psicoanálisis, el surrealismo, el expresionismo y demás movimientos, otrora vanguardistas) del que brotan los sueños y los fantasmas, las ilusiones y también las pesadillas.

“En la realidad hay más imaginación que en la ficción”, afirma Buenaventura, algo que a uno se le antoja revelador, definitivo. La realidad, que se impone como una apisonadora, supera la ficción. En todo caso, en la escritura, en la literatura, los relatos, las novelas... deben resultar verosímiles, creíbles, aunque tengan mucho de ficción. El propio Julio Llamazares, al inicio de su libro 'Escenas de cine mundo', escribe: “Toda novela es autobiográfica y toda autobiografía es ficción”. Novela que a Buenaventura le ha tocado de lleno. “Su obra me queda cerca desde el punto de vista generacional y hasta geográfico: algunos de los hechos que refiere en 'Escenas de cine mudo' los viví también tal cual. (Me refiero concretamente a los vítores patrióticos con banderas que nos obligaban a proferir en la cuneta de la carretera cuando Franco viajaba a la montaña para cazar o pescar o lo que fuera que iba a hacer)”, rememora Buenaventura, a quien también le apasiona el astur-leonés y premio Cervantes Antonio Gamoneda, “es un placer leerle y escucharle en sus conferencias”. Y aun otros leoneses, por nacimiento, raíces o adopción, como Colinas, Fernández Santos, Crémer, Gaspar Moisés, Tomás Sánchez, Elena Santiago, Mestre, Carmen Busmayor... “O lo más jóvenes: Saravia, Lanseros, Luis Artigue, Antonio Manilla, Julia y Ana Conejo... una larga lista para un presente y un futuro muy esperanzador”, sintetiza Buenaventura, que también se siente deudor de la narrativa de Saramago y la poesía de Aleixandre, Miguel Hernández, Neruda y Emily Dickinson, “pequeña como el gorrión y de cabello rebelde”, apunta el creador de 'Barro y Oro, Memorias de Senduara', una obra editada por Piediciones, comandada por la poeta Puri Sánchez, que además escribe el prólogo, calificando esta obra como “leyenda de hombres y mujeres que habitaron un lugar mágico”, si bien su autor habla de 'Barro y oro...' como una novela poética, a sabiendas de que “la poesía crea realidad y engendra conocimiento”.

Todo lo que se escribe tiene, de manera consciente o inconsciente, algo que ver con la infancia, con los primeros años, durante los cuales se configura la personalidad y la manera de ver el mundo

Expone Buenaventura que en la primera parte de 'Barro y Oro...' los paisajes, ambiente, costumbres, mitos, leyendas, amores... se presentan en modo 'versicular', habida cuenta de que, en cualquier novela, irían entremezclados con los hechos que se cuentan.

“Cuando llega el momento de los hechos, el lector ya tiene conocimiento de dónde, cómo, con qué... incluso la evolución a futuro de los paisajes por obra del hombre con obras diversas: catedrales y pantanos por las praderas donde pastaron los rebaños y lucharon los guerreros; personajes diferentes, carreteras modernas bajo la nieve, pescadores que recorren los mares en los que el príncipe 'extendía los brazos para alcanzar los rayos', por donde volvió con su amada Europa desde Creta. Robos donde hubo tanto honor...”.

Se trata de una novela ambientada en Vadinia, “un territorio de la provincia de León que hasta no hace mucho estaba totalmente olvidado en su definición”.

Los historiadores romanos hablan de Vadinia y los vadinienses, pero, como otros muchos lugares y hechos históricos relacionados con León, han sido ninguneados cuando no atribuidos a otros actores y otros territorios. Y 'Barro y Oro...' es el intento modesto de recuperar, aunque sea en un relato de ficción, un momento histórico tan importante para nuestro mundo como fueron las guerras de sometimiento por parte de Roma contra Cántabros y Astures –argumenta su autor–, con todo lo que supuso de cara a futuro. “Como consecuencia de la derrota frente a los romanos, nuestros protagonistas son llevados como esclavos: una, Senduara, a Lancia, la ciudad más importante de la civilización de los Astures, hecha suya por los romanos; y otro, Cancilo, a Las Médulas, a las minas auríferas de donde Roma sacó la financiación del imperio”, explica con detalle Buenaventura, haciendo hincapié en qué es Vadinia, “el lugar donde florecen las gabusias, 'donde mi rostro bulle entre las cortinas de la felicidad. Donde un friso de viento encanece el ñal del ruiseñor'... Vadinia es el Esla, es historia y 'bosques encantados con hadas buenas en espera de peticiones'. Por aquí, la tierra vino a sentarse en redor de la lluvia y 'donde el viento goza revolcándose en la operación del tejer paisajes y corazones'”, agrega Buenaventura, que se siente satisfecho y agradecido con la edición de este libro, que había sido concebido en un principio, según él, sin ninguna pretensión en formas. Y gracias al empeño de la editorial de Puri Sánchez, “el resultado conseguido es realmente excelente. Excelente el papel, la escritura, los dibujos, las fotografías, la portada... La portada tiene de fondo un mapa de la zona, no de la época, pero que se le acerca mucho. Un gran detalle sin duda”, matiza su creador, natural de Sahechores, que es, en su opinión, la primera respiración, el primer llanto, la primera alegría, “el lugar de la infancia donde volver cuando la realidad de todos los días exige una reflexión para centrar los impulsos. Ese volver no necesariamente tiene que ser físicamente. Basta con acudir a la memoria para no olvidar de dónde se viene”, puntualiza Buenaventura, que, con nueve años, se fue con sus padres a León en busca de un mejor futuro. Como otros muchos habitantes de los pueblos leoneses.

En la capital provincial puedo formarse, estudiando la carrera de Magisterio en la especialidad de ciencias sociales.

“En los años sesenta y pico, concretamente en Sahechores, la pedagogía era casi medieval, vigilante, correctora, represiva y memorística. Sobre todo los cantos patrióticos, el catecismo; y poco más. El interés estaba en promocionar, no las mentes sino los posibles (como entonces se decía). Para ello se marcaban las diferencias en negativo. No niego la posibilidad de que en otros lugares del mundo rural fuera diferente... En León, la pobreza dejó de ser inevitable y necesaria”, recuerda Buenaventura, que se aficionó a la literatura ya en el Bachillerato, donde comenzó a leer desde autores clásicos a los más recientes.

“La escritura vino más tarde, cuando la necesidad de expresar sentimientos, ideas, conflictos internos o externos... se hizo tan evidente que, con papel y lapicero, fueron saliendo palabras, renglones, párrafos, sin preocuparme de sí eran algo o no eran nada. Escribía y escribo por mí y para mí. No tengo demasiado interés en ser reconocido. Escribir es una cosa muy seria”, rememora él, que dice escribir aposentado en la esperanza de su reconocimiento a través de la construcción del objeto de arte en organización versal o 'versicular', “si nos ceñimos a cuestiones formales”.

En los años sesenta y pico, concretamente en Sahechores, la pedagogía era casi medieval, vigilante, correctora, represiva y memorística. Sobre todo los cantos patrióticos, el catecismo; y poco más. El interés estaba en promocionar, no las mentes sino los posibles (como entonces se decía). Para ello se marcaban las diferencias en negativo

En estos momentos, Buenaventura, que apuesta por la lectura, el estudio y la escritura, se muestra escéptico en cuanto a nuevas publicaciones, “el tiempo dirá si fructifica en nuevos libros o se queda en salvas de artificio para satisfacción únicamente del autor”, comenta, consciente de que todo lo aprendido, inventado, descubierto o creado es lo que llamamos cultura. “El derecho sigue alimentándose de los romanos; la medicina, la astronomía, las matemáticas, la física, cuánto de los griegos... Safo, Aristóteles, Homero, Virgilio, Alejandro Magno, Fidias, San Agustín, Cervantes, Kant, La celestina, Colón, Ramón y Cajal. Y así un larguísimo etcétera”.

Entrevista breve a Buenaventura-J. Diez Aláez

“La sociedad creo que confunde progreso con vagancia intelectual”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

Indicar uno solo supondría dejar sin nombrar muchos otros. Pero ya que estamos, indicaría 'Cien años de Soledad' de García Márquez y 'La lluvia amarilla' de Julio Llamazares. Para leerlos no sólo una vez, sino todas las que apetezca.

Un personaje imprescindible en la literatura (o una persona en la vida).

Sin duda, el personaje literario, que si no existiera habría que crearlo, sería el Caballero de la Triste Figura, junto con su escudero.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

Yo creo que a ningún libro existente o de futuro se le debería poner el calificativo de insoportable. Siempre habrá alguien que le encuentre su aquél, que justifique la obra. Lo mismo sirve para los autores.

Un rasgo que defina tu personalidad.

La empatía puede que sea. Igual no es compartido por quien me conoce, pero así me veo yo. Ya se sabe que hay tres 'yo' diferentes: el 'yo' que uno cree ser, el 'yo' que cree el otro de ti y el 'yo' que querrías ser.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

La responsabilidad, sobre todas. Sólo los niños y los simples quedan libres de responsabilidades por sus actos.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

De la política mejor no hacer comentarios. Los políticos demuestran estar por la bolsa, más que por la valía. Hay excepciones, pero... ha habido, hay y habrá quien tiene la suerte de que montadores de muebles les dejen maletines con dinero en el altillo.

Y la sociedad creo que confunde progreso con vagancia intelectual. Compra lo que llega sin analizar hacia donde puede conducir, siempre que facilite la labor o elimine el esfuerzo propio por completo. A pesar de ello, tengo fe en la decencia de los seres humanos.

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

El compartir con los seres queridos y amigos los momentos, aunque no sean propiamente divertidos.

¿Por qué escribes?

No sé si resulta afectado y muy manido: escribo por necesidad. Escribo desde el miedo a la pérdida de lo referido, en la intención de dar vida o volver a ella lo que no siendo, o habiendo sido o estando siendo, camina irremediablemente hacia la no existencia.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

No sigo las redes sociales; solamente mantengo cuenta en Facebook para tener información sobre acontecimientos que me puedan interesar. De hecho no tengo teléfono móvil.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

La lectura, y la experiencia adquirida en las relaciones sociales. En la realidad hay más imaginación que en la ficción.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

No sigo ningún blog. Sigo el mundo abierto de la naturaleza y los componentes históricos y biográficos.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

Ni el río más fuerte es capaz de llevarse la imagen del que se ve en el agua.

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