Las edades de la Biblioteca Pública de León: usuarios de 0 a 100 años para celebrar el 175 aniversario

Biblioteca Pública de León, situada en la Calle Santa Nonia.

César Fernández

Un leonés puede venir con un carné de socio de la biblioteca debajo del brazo. No es un remedo curioso de una frase hecha. La Biblioteca Pública de León, que está en plena celebración de su 175 aniversario, tiene un regalo especial para recién nacidos: un estuche de bienvenida con diverso material. El detalle tampoco se queda en lo simbólico. La instalación programa la actividad denominada 'Baby fun' (niño divertido en la traducción al español) con canciones para ir haciendo el oído a la lengua inglesa. Así se ha roto la norma que, en otros tiempos, cifraba primero en cinco y luego en tres la edad mínima de acceso. Ahora algunos van antes de que le salgan los dientes.

Puede que la siguiente vez que acudan sea con sus compañeros de colegio. La Biblioteca Pública de León atiende las demandas de los centros educativos dividiendo el tipo de visita en la frontera de los ocho años de edad: a los menores se les trata de ofrecer diversión y a los mayores “se les enseña a manejarse” en el recinto, explica su director, Alfredo Diez Escobar. En esa edad clave está precisamente Alejandro, que reconoce su preferencia por los libros “de risa” antes de acudir a una de las recurrentes actividades infantiles, mayoritariamente cuentacuentos en su versión tradicional o de kamishibai, un formato muy popular importado de Japón. Los niños acuden de la mano de sus padres, fundamentalmente madres, como en este caso Eva, que aprovecha el tanto aunque, de todas formas, se declara usuaria. “Y si tengo interés en algo concreto, lo reservo”, dice tras alabar la programación infantil.

La siguiente franja de edad ya hace un uso más utilitario que literario. Vienen cargados con mochilas ahora que ya en noviembre tienen los primeros exámenes finales del trimestre. Van a tiro fijo. La sala de estudios les ofrece menos distracciones que el salón de casa, reconocen en un receso Pablo Llamazares y Claudia Sánchez, alumnos de 2º de Bachillerato del Instituto Giner de los Ríos. “Aquí tenemos salas insonorizadas”, destaca Pablo. ¿Se aprovecha para sacar algún libro? “De niña sacaba películas”, responde Claudia. “Sacamos para clase, por ejemplo, cuando nos pidieron 'La casa de Bernarda Alba'”, contesta Pablo. Son la constatación de un hecho. “Cuatro o cinco niños de cada aula de las visitas escolares se acaban haciendo usuarios. Pero los chavales desaparecen de la biblioteca a los 14 años. Tienen otros intereses. Y recuperamos muy pocos cuando cumplen los 18”, admite el director.

Los chavales desaparecen de la biblioteca a los 14 años. Tienen otros intereses. Y recuperamos muy pocos cuando cumplen los 18, admite el director, Alfredo Díez Escobar, que cumple 25 años en el cargo

Afrontar la digitalización sin ser Quijotes frente a molinos

La digitalización también es un hecho. “Y no se trata de ser como don Quijote contra los molinos”, asume Diez Escobar, quien, no obstante, destaca el esfuerzo por ir con los tiempos y adaptarse a los nuevos formatos sin dejar de resaltar una paradoja ahora que las películas y series se ponen a tiro de las plataformas desde el sofá de casa frente al televisor o la pantalla del ordenador sin necesidad de usar reproductores habituales de vídeo o DVD. “La misma tecnología está bloqueando el uso de los soportes audiovisuales tradicionales”, resalta sin obviar la necesidad de entrar en la oferta online de películas, documentales y música. Aunque también hay que adecuarse a las nuevas formas de lectura, los datos confirman que el libro tradicional está muy vivo: en 2018 se prestaron 160.000 en papel frente a 5.000 electrónicos.

Hay situaciones que no salen en la estadística, pero que afloran en una segunda lectura de los datos. “Hay familias que no tienen capacidad para tener ordenadores o acceso a internet en casa”, advierte Diez Escobar, interesado también en la función social de una instalación que, a pesar de ser céntrica (desde 1975 en la calle Santa Nonia), queda a desmano de matrimonios jóvenes con hijos que se han asentado en barrios de expansión como Eras de Renueva o el Polígono X (para a renglón seguido reflejar, a título de anécdota, las visitas 'relámpago' en autobús del Colegio Sagrado Corazón Jesuitas para llevarse un libro por alumno, lo que les obliga a regresar). La función social de la biblioteca también subyace en el servicio que presta a usuarios en paro mayores de 50 años con dificultades de reinserción laboral. “Venir a la leer la prensa o coger una película o un libro les supone un motivo para salir de casa”, sugiere sin obviar a otros colectivos a los que las instalaciones les permiten socializar.

Los datos confirman que el libro tradicional ha aguantado el envite de la revolución tecnológica y está muy vivo: en 2018 se prestaron 160.000 en papel frente a 5.000 electrónicos

La Biblioteca Pública de León pasa de recurso esporádico a habitual con el paso a la jubilación. “Antes venía menos; ahora casi a diario”, confiesa María Elena Paniagua tras sacar la película 'Gangster Squad: Brigada de Élite' de la sala de audiovisuales, donde un tablón bajo el título 'La mirada crítica de los usuarios' ofrece alguna orientación como la que asegura que (el actor Luis) “Tosar se sale” en 'La flaqueza del bolchevique“. Con el tiempo más tasado, las visitas anteriores al retiro laboral tenían el objetivo fijado de antemano. ”Antes venía a buscar algo concreto; ahora vengo con más tiempo, incluso a escribir“, dice para echar en falta más talleres de escritura, una sugerencia que acepta el director con el aval del lleno en el recientemente convocado hasta concluir que ”habrá que plantear más“. María Elena también es la constatación de que el papel ha aguantado el envite de lo digital pese a contar con recursos electrónicos en casa. ”Pero tocar el papel es otra cosa“, subraya.

La función social de la biblioteca subyace en el servicio que presta a usuarios en paro mayores de 50 años con dificultades de reinserción laboral. Venir a leer la prensa o coger una película o un libro les supone un motivo para salir de casa

La hemeroteca, territorio masculino

De internet no quiere ni oír hablar Joaquín Álvarez González, uno de los habituales de la sala de hemeroteca, un espacio en el que se voltea la estadística general que concede cierta prevalencia a las mujeres (a razón de un 55 a 45% aproximado en el número de usuarios e inmensamente mayoritaria del 98% a favor en la participación en clubes de lectura). Los datos se invierten en la sala de consulta de periódicos y revistas, donde los hombres ganan por goleada en un lugar que mantiene un alto índice de ocupación a lo largo de toda la jornada. “Al Ministerio le llama la atención”, constata el director del centro, de doble aniversario al cumplir el próximo 7 de diciembre 25 años en el cargo.

El rato del mediodía es un relativo oasis en la hemeroteca, el mejor momento para poder 'pillar' el periódico. “La tecnología, bien usada, está muy bien. Pero si no se usa bien...”, advierte Joaquín pasando las páginas de un periódico de papel. La crisis también ha pasado factura a la biblioteca en la medida en la que “merma la posibilidad de adquisición hasta reducir el número de ejemplares”, reconoce el director antes de matizar que la diferencia en el número de algunos diarios disponibles tiene que ver con su forma de comercialización ahora que es habitual que uno local se venda en conjunto con otro nacional.

La hemeroteca, que también ofrece la posibilidad de consultar ejemplares antiguos, es un espacio a prueba de los diferentes gustos de los lectores con decenas de publicaciones variopintas. “Yo leo el periódico, pero creo que aquí lo fundamental es la organización, la facilidad para la lectura y la posibilidad de tener muy a mano una gran cantidad de libros”, apunta, con una perspectiva más amplia, otro usuario, que reconoce acudir a distintas horas en función incluso de la estación del año. “Y se me ponen los dientes largos cuando veo los libros de exposición”, añade para hacer notar otro valor de una biblioteca que cumple 175 años con lectores de todas las edades.

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