Paulino González Terrón, párroco de Murias de Paredes, será nombrado este jueves canónigo en León

Paulino González Terrón (primero por la izquierda), junto a sus cuatro hermanos y su madre, en Caboalles de Arriba.

Luis Álvarez

El Obispado de León ha designado el día de la festividad de la Virgen del Carmen, jueves día 16 de julio, para la toma de posesión de la canongía del sacerdote lacianiego Paulino González Terrón, cuyo nombramiento lo ordenó el obispo de León, don Julián López mediante decreto del pasado día 29 de junio.

En un acto solemne en la sala capitular de la Catedral de León, a partir de las 11 de la mañana, se procederá a la toma de posesión del cargo, después de escuchar la reseña biográfica del nuevo canónigo y los actos protocolarios que lo preceden, como el juramento de fidelidad y el acatamiento de los Estatutos de la Catedral por parte de Paulino.

Más tarde, en procesión de todos los asistentes, se desplazarán por la nave central de la Catedral hasta el coro, donde ocupará el asiento asignado y recibirá de parte del deán el bonete. Prenda que completa la nueva indumentaria, que portará como atributos de su cargo a partir de ahora, en los actos solemnes en los que participe, que se completan con el roquete y la muceta.

Después de dirigir la palabra a los asistentes, para agradecer y expresar su compromiso, finalizará el acto recibiendo los cumplidos y felicitaciones de los asistentes al acto, el resto de la curia, familiares o amigos. Poniendo fin a una fecha marcada ya para siempre en la historia de su vida.

Esta es a grandes rasgos la jornada de mañana, que le espera a nuestro convecino lacianiego Paulino González, aunque él prefiere casi, que le sigan llamando “Pauli el hijo de Ginita”, como lo han hecho toda su vida sus mejores amigos y sus vecinos más próximos. Así tengo yo conocimiento de él desde siempre, con ese apelativo.

La Iglesia Católica, que es una institución donde la experiencia, la meritocracia y la edad se respetan y valoran (no en vano ha subsistido durante más de dos mil años, lo que da muestras de su capacidad de gobierno y dirección), le ha otorgado a Paulino este nuevo cargo sin haber llegado a cumplir los 50 años, algo no muy frecuente.

Tampoco es frecuente, ni habitual, el currículum del nuevo canónigo. Nacido en 1971, es el menor de una familia de cinco hermanos, de las tradicionales de la España de los años 60 y 70. Después de finalizar su bachiller en Villablino se fue a Madrid, y en la Universidad Complutense se licenció en Ciencias Políticas y Sociología. Con su titulación recién estrenada tomó la decisión de ingresar en el seminario de León, donde de 1996 a 2002 completó su formación.

El 30 de junio de 2002 fue ordenado sacerdote junto a su compañero Roberto Da Silva, convirtiéndose ambos en los dos primeros sacerdotes que consagró el actual obispo don Julián López en León. Asumió la titularidad de la parroquia de Murias de Paredes y tres años después se fue a Salamanca, donde en la Universidad Pontificia obtuvo dos nuevas licenciaturas en Estudios Eclesiásticos y en Derecho Canónico, y dos cursos más de doctorado sin llegar a completar la titulación de doctor, como forma de complementar su formación académica.

De 1971 a 2002 completó parte de su ciclo vital en el seno de la Iglesia Católica recibiendo los tres sacramentos que solo se pueden recibir una vez en la vida: el bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal. Después de una decisión extraña para la gran mayoría de nosotros y decisiva para él, la de entrar en el seminario, ya adulto y con un porvenir casi brillante a la vista. Es lo que se llama vocación, que al resto nos cuesta entender.

Y a esa vocación, o llamada, dedica ahora su vida como párroco de Murias de Paredes, desde hace 12 años y con responsabilidades en otros 22 pueblos más, todos los del ayuntamiento de Murias y algunos del de Riello. Los curas de este tercer milenio, junto a su ordenación sacerdotal llevan obligatorio el carnet de conducir y el coche, o serían incapaces de atender sus obligaciones.

“Esa es mi obligación y mi misión principal, atender a las parroquias y a las personas que las integran”, recalca. Lo de este nombramiento “está bien, pero son cargos accesorios”. E insiste, “mi obligación y de la que no me puedo despistar, son mis parroquianos”. Como yo también insisto en la pregunta, termina por reconocerme, que sí, que es “una satisfacción recibir un cargo y una dignidad”. En el fondo, no es más que un reconocimiento al trabajo bien hecho.

Por eso, cuando algún convecino, paisano o conocido de nuestro entorno social más próximo alcanza un puesto de mayor relevancia en su labor profesional o recibe un reconocimiento público por ella, es normal que, si superamos la natural tendencia humana a la envidia y la insidia, nos alegremos y en el fondo hasta nos sintamos un poco orgullosos y partícipes de ellos.

Un toque personal y familiar

Si, además, como es el caso, tienes una relación especial de intimidad y afecto con uno de sus hermanos, del que soy quinto -para los nuevos conciudadanos de la generación más reciente, denominados ahora millennials, que no conocen el término, ni la mili, éramos quintos los mozos que se sorteaban por años de nacimiento para ir luego a la mili- y con el que he compartido muchos y buenos tiempos de juventud y de vida.

Para nosotros, Pauli no dejaba de ser “el renacuajo” de su familia, como lo eran “las nenas” en la mía. No obstante, yo aprovecho ahora esta proximidad de apego para robarle algo de su intimidad familiar y compartirla con todos. Que, de otra forma, Paulino quizá hubiese sido algo reacio a facilitarnos. Porque casi siempre todos somos celosos de desplegar nuestros recovecos interiores.

Aproveché por tanto la ocasión para acercarme hasta su casa, la de Pauli, para hablar con su madre, Georgina (ya me advierte ella, que nada tiene que ver con la de Ronaldo). Aunque todo el mundo la conoce por Ginita y no saben muy bien si el diminutivo proviene de Regina, Evangelina o Georgina. Y además le pedí, que de esto no dijese nada a su hijo pequeño, que iba a ser un secreto entre nosotros.

Porque, aunque la dignidad es para el hijo, la que va a sentirse más satisfecha es sin duda alguna la madre, que me confiesa que está “contentísima, cómo no, de que les ocurran cosas buenas a mis hijos”. Sobre si se imaginaba esto por lo que ahora está pasando hace 30 años, me dice sin dudar “no, francamente no”, pero me añade a renglón seguido por lo bajo, para que el resto no se enteren, “como cualquier madre, yo siempre pensé tener hijos como mínimo de ministro para arriba, pero con esto me siento muy feliz y orgullosa”.

No hay madrinas en estas ocasiones, pero Ginita se siente como si lo fuera y esta mañana de la festividad de la Virgen del Carmen va a ser uno de los testigos de excepción del acto junto al resto de su hija, hijos, yerno, nueras, nietos y biznietos. Sus 83 años, “y espero cumplir más, porque aún me quedaran muchas cosas buenas que ver”, le permiten disfrutar de ese entorno familiar tan propicio.

A Paulino le pregunté también cómo había acogido su madre este nombramiento y su respuesta fue similar a las palabras de ella “encantada, feliz y contenta”. Poniendo al final un acotamiento al comentario “ya sabes, qué no va a decir una madre de su hijo”. Dando a entender claramente en el lenguaje no verbal, la necesidad de mesura y cautela a los elogios y loas de los más allegados.

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