'Se busca'

Fernando Paniagua

Fernando Pani Blanc

Recordarán los que no son hijos de los tiempos digitales aquellos anuncios de contactos que aparecían en los periódicos de papel, muchos de los cuales se dedicaban a la compra y venta (más venta que compra) de servicios sexuales y que dejaban las páginas de las letras pequeñas de EL PAÍS o El MUNDO llenas de jóvenes masajistas orientales, besos negros, 90-60-90´s, colombianas cachondas, gordas complacientes y “franceses” cariñosos. Sé que El PAÏS decidió suprimir este tipo de publicidad en julio de 2017 y creo que ya ninguno de los grandes periódicos nacionales pública estos anuncios en sus páginas de papel, aunque no estoy seguro. En realidad, tampoco estoy muy seguro de que sigan existiendo los periódicos de papel.

Entre tanta pierna y recepción a solas, ahora considerada denigrante para la mujer, se colaban en ocasiones no demasiado frecuentes anuncios que no eran de teatro, en la medida corta, puntual y sentimental, en que la vida puede dejar de serlo. Es decir, contactos sin pago. A escribir uno de estos, con afán de éxito y la intención de publicar, es a lo que me he dedicado los últimos días, con grave diligencia y enfrentando un serio problema de ratos, que expongo a continuación.

Lo que escribo por la mañana:

Se busca señorita para relación formal. Preferiblemente de mediana edad. Entre 30 y 45 años. Con el fin de conocernos. Posibilidad de crear una familia en el futuro. Yo hombre serio, trabajo estable, situación económica acomodada. Apuesto y cortés. Muy cariñoso y servicial. Altamente fiel. Amante de niños y perros. Zona noroeste. Disponibilidad de vehículo propio para viajes y traslados no muy alejados. Contacto directo por teléfono: 644555966.

“Tal vez somos el amor de nuestras vidas”

Lo que escribo por la tarde:

Se busca señorita o señora para relación flexible. Con cariño, pero sin controles ni excesos. Entre 25 y 50 años. Con el fin de pasar buenos ratos y quién sabe...lo que venga. Yo hombre divertido. Trabajo como escritor, economía razonable. Dinámico y campechano. Sé respetar los espacios y la libertad del otro. Amo viajar y bailar. Zona noroeste. Me desplazo y recibo en mi ciudad. Casa propia. Contacto por teléfono: 644555966. Atiendo WhatsApps.

“¿Por qué no?”

Lo que escribo por la noche:

Se buscan mujeres para relaciones esporádicas. Sexo puntual. Total discreción. Entre 20 y 60 años. Sin necesidades de compromiso afectivo. Abierto a todo tipo de experimentación sexual (parejas, tríos, homo, hetero, bi, sado, etc.). Yo hombre abierto. Mentalidad liberal. Pene de tamaño razonablemente grande. Mucho aguante. Buen estado físico. Solo buscando pasar buenos momentos. Abierto a propuestas. Zona noroeste. Casa propia y desplazamientos. Hoteles y hostales. Contacto por teléfono: 644555966. Mandar fotografía.

“Solo para valientes”

¡Estoy hecho un lío! A esta situación me han llevado los seis meses sin follar que me ha regalado esta ciudad contenida, de hipocresía y excesos excesivos que se esconden cuidadosamente, a la decidí regresar hace no muchos más tras once años latinoamericanos. Mi conflicto está en la percepción (y sensación) de que el amor allí y aquí son dos cosas diferentes. Una anarquía contra una dictadura. En León, las relaciones afectivo-sexuales son, como lo es todo en la pobrecita y engreída Europa, una cuestión de imagen y planificación. Una gris desnaturalización que divide las posibilidades de amor en dos clases únicas, complementariamente enfrentadas y tristemente “prepensadas”: el impulso sexual de borrachera rebelde en discoteca, páginas de contactos o prostíbulos. Huida seca de la esclavitud de ocho horas de trabajo en papeles sin alma y buenas caras sin ganas, que suceden a las otras muchas de cárceles de soledades acompañadas; y, por otro lado, el amor romántico de para presentar a los padres, presumir en sociedad, algún rato casarse, tener hijos y pensar que es para siempre, aunque luego no lo sea, no por las buenas. Y entre estas dos la vez aquella en que una mujer confundida me pidió enfadadas explicaciones porque tras una noche de la primera de las clases no entendió que le acariciase la espalda en la mañana: —¿A qué estás jugando? —. Los pavos reales se acaban en sus colas que, cuanto más coloridas, más “engrisan” un carácter de miedos muchos y egos grandes.

En Latinoamérica el amor es, como digo, otra cosa. Una esfera gigante. Una esfera gigante hecha únicamente de presente. Una pelota de energía que rebota y está en todos los sitios, que es todos los sitios, sin quedarse en ninguno. Se desliza y se escurre. Llega y se va. Dentro hay ríos descontrolados de viscosidades de colores, músicas y caderas, cuchillas de afeitar. Está el “Necesito alguien” de Charlie García, está Blades, los pasillos de Julio Jaramillo, las bachatas aventureras a todo volumen en autobuses a las tres de la mañana, Calle 13, reggaetón, Tribalistas de fondo y el “Ojalá” de Silvio. Todo sonando al mismo tiempo. Están las vecinas de la cuadra, las noches furtivas y sus vecinos secretos. Dientes blancos brillando sobre pieles oscuras. Hay maridos celosos y carniceros. Hay vendedoras de bananas asadas que volverían loco al más sereno capitán. Mamás para olvidar los juguetes. Papás también (para feministas). Arañazos y arañados que no sufren por la imperfección, sino por su inevitable aceptado. Una bola de incontrolables pasiones omnipotentes que generan vuelos lindos y fricciones violentas. Electricidad omnipresente. El “oh qué será, qué será...” de Buarque, el pan necesario que no alimenta, de Gabo. Es aire y todos están dentro. No hay preconcepciones ni prejuicios. No hay mente ni reflexión. Ni límites ni fronteras. Romanticismo y carne van de la mano. Vecinas sintiéndose solas. Todos estamos dentro y somos niños despeinados dando volteretas. No hay elección. No admite planes, ni estrategia, ni táctica. Es la medición del PIB y la conciencia “mugiquiana” de que “la vida se te escapa minuto a minuto y no se puede ir al supermercado y comprar vida”. En Latinoamérica el amor es Dios y no al revés. Es una magia, un fluir. Es descaro. Es sangre. Noches eternas que no precisan de mañana. Sin reglas ni reglajes. Miradas. Muchas miradas.

Mientras escribo estoy en el parque de San Francisco. Estoy mirando a una mujer bonita que pasa junto al banco en el que estoy sentado. Ella estira la nariz al cielo, después saca su teléfono y hace que no me ve. Continúa. Imagino que irá a su casa a ver “Mujeres y hombres y viceversa” en la televisión, creyéndose la princesa que no es y esperando, siempre esperando, por un príncipe que no existe. El sueño capitalista, el racionalismo, la ficción de la posesión han dejado una Europa de gilipollas y gilipolleces. Y aún nos creemos que nosotros somos los ricos ¡Pobrecita Europa!

Se busca no pensar.

P.D. Todo lo anterior lo escribí hace varios días, antes de que anoche acabase con una virginidad que me había reconstruido a base de desgana. He podido confirmar lo que ya sabía: los que no saben bailar, no saben follar. Así que volveré a reconstruírmela. Empiezo a pensar que todo esto no es sólo una cuestión de amor, o tal vez sí, quizás todo es sólo una cuestión de amor. No sé.

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